Colombia: «Los Milagros de la selva»

A tres semanas de la localización de los cuatro niños, Lesly (13 años), Soleiny (9), Tien Noriel (7) y la bebita Cristin (1), aún sigue siendo una incógnita cómo sobrevivieron a los acontecimientos en los que se vieron involucrados en medio de la selva amazónica (Colombia).

La realidad más evidente hasta el momento, es que los pequeños fueron hallados sanos y salvos, conscientes y lúcidos, por supuesto, algunos de ellos con grado de desnutrición, con picaduras de insectos, rasguños, moretones, pero vivos.

Son muchas las versiones tejidas en torno a este caso. Unas, llenas de suposiciones, otras, envueltas en creencias divinas y la influencia de la naturaleza.

Esta historia tiene acción desde el inicio, con el viaje de Magdalena Mucutuy y sus hijos en una pequeña avioneta que se estrelló al poco tiempo del despegue. En cohesión a ello, se emprendió la búsqueda de los ocupantes de la aeronave, encontrando en el lugar de impacto, tres cadáveres, uno, el de la mujer (esposa de Manuel Ranoque, padre de los pequeños y que de acuerdo a lo relatado, es un perseguido de la guerrilla).

¿Y los niños? Es la otra parte de lo acontecido, que ha conmocionado realmente. Para los amantes de la industria del cine, hay elementos suficientes para elaborar un guión de estos hechos reales, sin necesidad de ceñirse a la hipérbole o la carga de exageración.

Hay quienes hablan de «El Milagro de la Selva» como el nombre de una película basada en este hecho, aunque a decir verdad, la bendición de encontrarlos con vida no se puede considerar en singular, porque hay otro, el primero, ya que los niños sobrevivieron al impacto de la avioneta. En ese sentido, se puede considerar como «Los Milagros de la Selva».

Historia de Wilson

Pero, hay un protagonista extra en esta historia, Wilson, el perro rescatista, que no estuvo en el final feliz. El pastor belga, de 6 años, se perdió en la profundidad de la selva. No dejó rastros; el canino fue clave para encontrar varias de las pistas que dieron más esperanzas de que los niños estaban vivos y solos en medio de la jungla. Incluso, las Fuerzas Militares de Colombia aseguran que acompañó, durante un tiempo a los pequeños, argumento que cobró fuerza cuando localizaron huellas de los menores y del entrenado animal.

Duendes, espíritus, misterios, sabiduría ancestral, el trabajo en equipo, son muchas de las categorías que se manejan en esta vivencia (que tuvo una duración de 40 días). Lesly, considerada la heroína de la historia, y tal vez sus hermanitos, Soleiny y Tien Noriel, tendrán tiempo para ampliar las experiencias por el resto de sus vidas.

El Viaje que no terminó


A escasos 35 minutos de su despegue, la aeronave Cessna U206G monomotor, matrícula HK2803, que cubría la ruta Araracuara-San José del Guaviare en el sur de Colombia con siete personas a bordo, comenzó a presentar fallas. Eran aproximadamente las 7:17 am del 1° de mayo.

El auxilio fue captado por el Control de Tráfico Aéreo de Colombia, por lo que inmediatamente se activaron los protocolos correspondientes, ofreciendo orientaciones sobre dos pistas cercanas a las coordenadas por donde se encontraba la aeronave; una en Morichal, ubicada a 33NM de su ubicación, y la otra, en Miraflores (65NM).

El piloto ante las circunstancias presentadas, hizo un primer llamado de emergencia: «Mayday, Mayday, Mayday, tengo el motor en mínimas, voy a buscar un campo…».

El piloto Hernando Murcia Morales a las 7:32 am, hizo un nuevo contacto con CTAC, pero con un tono esperanzador: «El motor volvió a coger potencia, estoy a 1.200NM, en ascenso, para 8.500». En ese instante notifica que no viaja solo: «…2803, seis personas a bordo y autonomía para tres horas…».

Tráfico Aéreo de Colombia

El aviador a las 7:40 am reportó a CTAC: «…Al momento me encuentro a 109NM de San José en condiciones visuales. Solicito mantener 5.500 pies…».

Pero de acuerdo a los registros del aquel día, no pasó mucho tiempo del reporte de tranquilidad, cuando Murcia Morales, nuevamente tomaba el radio para comunicarse con Control Aéreo; su aviso fue con desespero: «Mayday, Mayday, Mayday, 2803, 2803, el motor me volvió a fallar… voy a buscar un río… aquí tengo un río a la derecha, voy a acuatizar…». Eran las 7:43 am cuando sobrevolaban el Apaporis.

Fue el último llamado del piloto; la aeronave perdió altura y se estrelló contra un árbol de la zona, cayendo a suelo. De inmediato las órdenes cambiaron; el llamado de emergencia se activó en todos los niveles porque ya se temía lo peor.


El viaje concluiría en San José del Guaviare; el fin del itinerario planteado no se cumplió. Magdalena y sus 4 hijos necesitaban llegar hasta esa localidad, era prioridad hacerlo. Los pequeños, tal vez en un futuro, conocerán todos los detalles del porqué del traslado, y seguramente les dirán, que guarda relación con su seguridad y tranquilidad de su padre.

La progenitora murió en el lugar. Hay versiones que aseguran duró viva 4 días (aunque su padre desmiente esa información). El piloto y el líder indígena yarupari Hernán Mendoza Morales, fallecieron en el acto.

Los restos del HK2803 y los 3 cadáveres fueron localizados el 16 de mayo, a las 9:00 pm. Los comandos de las Fuerzas Especiales del Ejército avistaron la aeronave accidentada en un terreno selvático, en las coordenadas N00º54’18.5- W072º24’44.3 en jurisdicción del municipio de Solano, Departamento de Caquetá a 1.49NM al SW del río Apaporis.

Pistas de Esperanza

Los reportes diarios eran prácticamente los mismos: «De los 7 ocupantes del HK2803, sólo se han encontrado sin vida a 3 adultos; los otros 4, quienes son menores, siguen desaparecidos».

Las órdenes eran claras, hallar a los niños, pero las condiciones de la zona y las inclementes lluvias se convertían en elementos claves que conspiraban con la búsqueda.

Operación de Fuerzas Especiales

El Gobierno colombiano autorizó la «Operación Esperanza» conformada por Comandos de Fuerzas Especiales entrenados para internarse por la selva. A la tarea se sumaron indígenas (unos de Amazonia, otros de Araracuara y de Putumayo), que sin formación castrense, conocían mejor la zona, incluso, sabían cómo responder a las acciones hostiles, en medio de torrenciales o por la amenaza de una especie animal con instinto salvaje.

Así, 119 militares y 73 nativos, cubrieron kilómetros y kilómetros de la selva (en total 1.250 km). A medida que superaban espacios localizaron en sus recorridos algunas pistas; había fe, porque encontraban signos de vida.

Señales de vida

Un tetero, una goma, una tijera, una liga para el cabello, pañales y un cambuche (sitio para dormir) motivó a los rescatistas a nos desmayar en su misión, más aun, cuando precisaron una pequeña huella entre el barro, posiblemente de Lesly (en este punto en donde se considera que Wilson estuvo con los muchachitos).

Los castrenses murmuraban entre ellos sobre la posibilidad de hallarlos pronto, incluso, algunos soltaban a decir «unos niños de 7, 9 y 13 años, dónde pueden ir con una chiche que acaba de cumplir aquí en el monte un añito».

Nativos sumados ala búsqueda

Más reservados estaban los nativos unidos a la búsqueda, quienes se comunicaban en su propia lengua. Se les veía reflexionar, tocaban el suelo, troncos, acariciaban el agua, estaban enfocados, como esperando que «algo» o «alguien» les hablara.

Peinaron las áreas cercanas al lugar donde cayó la avioneta. Miraban los árboles, apoyándose en binoculares, así como las zangas entre grandes rocas a orillas del río. Pero los reportes eran los mismos: «Sin novedad positiva».

Manuel, el papá, era parte de la búsqueda. En cada amanecer, siempre tenía algo que decir, repitiendo que sus hijos estaban vivos, porque la naturaleza los protegía. «Ellos saben cómo ajustarse a las circunstancias y condiciones de la selva», mencionó en varias oportunidades.

Misterios de la selva

Pasaban los días y los equipos exploradores no daban con los pequeños. Pese al agotamiento, siempre había fuerza para continuar. La estrategia cambió de silenciosa a ruidosa, porque tomada la zona, había confianza que las células guerrilleras no estaban por el lugar (sin duda alguna una amenaza para los militares).

Se hacían sentir

Se dieron cuenta que era necesario cambiar las formas, «hacer ruido, gritar el nombre de Lesly, hacerse sentir, para que los hermanitos salieran del lugar donde estuvieran». Incluso, con apoyo aéreo (helicóptero), utilizando parlantes, colocaron una grabación de la abuela de los niños, llamándolos.

Efectivos de la unidad Dragón 4 de las Fuerzas Especiales encontraron el 15 de mayo el primer refugio de los niños, restos del maracuyá (parchita), tijeras y la moña; eso se registró a 3 kilómetros donde cayó el avión. Dieron el lugar como seguro y no buscaron más en ese sitio; no imaginaron nunca que el área guardaba algo especial.

Fé de padres

El padre de los menores había revelado que «los niños están vivos. Aguantarán, porque están protegidos por el dueño de la Naturaleza; los vamos a recuperar muy pronto».

Los indígenas mostraban más interés por mantener viva la búsqueda. Rubio, líder de los indígenas de Araracuara, sentenció una premisa en la mañana del jueves 8 de junio: «esta noche me comunico con ellos, me dirán dónde están los niños y mañana vamos a recogerlos». Los soldados que le acompañaban en ese momento, no supieron a qué se refería «me comunico con ellos».

Al día siguiente, antes de partir, en medio de la toma de yajé (bebida sagrada como un canal para acceder a Dios y a lo divino), Rubio hizo entender que buscaba contacto con los duendes que tenían a los niños, «y por fin, aceptarán entregarlos».

9 de junio marcó la historia

Ese viernes 9 de junio quedará marcado en la vida de todos los involucrados que estaban en la selva en aquel momento. Salieron como lo programado, pero tomando rumbo al área donde encontraron el cambuche.

El líder de los Araracuara, salió a paso decidido, llegando al sitio rápidamente, mientras los seguían los efectivos de los Comandos. Se arrodilló y pidió la entrega de los niños. Los castrenses que lo acompañaban guardaban silencio, como respeto a la creencia y la espiritualidad. De pronto, escucharon la voz de una niña, fijando la mirada entre la vegetación, aunque no muy convencidos, porque ya les había pasado en una oportunidad cuando escucharon un «pájaro triste», que emite sonidos que parecen humanos; «la selva está plagada de ruidos engañosos, de laberintos, de misterios insondables».

Una voz

Pero lo que estaba ocurriendo no era producto de un ave o de la imaginación. La voz se hizo más fuerte, hasta que apareció Lesly, se acercó y se arrodilló junto a Rubio; de inmediato salieron Soleiny, quien sostenía a la bebé Cristin, y Tien Noriel.

«Milagro» gritaron los soldados presentes. Era la palabra clave, acordada en la Operación Esperanza para dar la buena nueva.

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«Es un misterio. Nos sorprende a todos. Es una zona que nosotros trillamos, y en esa área no hay cuevas, ni selva espesa ni nada que no hubiésemos registrado», dijo un militar mientras lloraba. «Estamos felices. Es un signo de esperanza, de vida. Una emoción muy grande para los que pasamos semanas buscando a los niños sin perder nunca la fe», complementó posteriormente.

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