Hasta seis millardos de bolívares cuenta equipar de cauchos un Encava

Las diligencias personales, las visitas familiares, las idas y venidas al trabajo o las casas de estudio y en general, cualquier cosa que implique tomar el transporte público se ha convertido en un dolor de cabeza para los aragüeños. Pasar largas horas en cola, conseguir el efectivo para pagar el pasaje y aguantar el sol y el calor son algunas de las penurias que experimentan día a día los usuarios de las rutas de transporte para realizar sus actividades.

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Las colas son kilométricas

Las rutinas ya no son como antes, dice siempre la gente; ahora cualquier nimiedad lleva consigo una dosis grande de esfuerzo. En el caso del transporte, la situación se complica de manera particular: colas de hasta 500 metros mientras el sol ataca sin piedad a los usuarios del transporte público es el pan nuestro de cada día, mientras las personas se limitan a llenarse de paciencia y colocarse un pañito en la frente para no quemarse la cara.

La tercera edad sufre de manera particular, pues a las afecciones propias de la edad, deben sumarle aguantar hasta dos horas de pie para agarrar la camionetica. Juan Díaz, habitante del sector Caña de Azúcar, comentó que tiene que pasar mucho tiempo en la parada para poder llegar a su lugar de destino, razón por la cual prefiere quedarse en la casa.

“Hay demasiada cola para agarrar la camioneta. Imagínese que ya tengo dos horas aquí y todavía no he podido montarme. Es que son muy pocas las unidades que están trabajando para la cantidad de gente que hay. Bueno, ya usted está viendo hasta donde llega la cola”, comentó Díaz, mientras señalaba la fila que él encabezaba y que se extendía en al menos 200 metros.

Frente a El Samán de Caña de Azúcar la gente se comienza a formar antes de que salga el sol, corriendo el riesgo de que la delincuencia haga de las suyas. Quienes entran a las siete de la mañana a sus lugares de trabajo o estudio deben estar en esa parada máximo a las 5:30; además, deben rezar para que los autobuses salgan lo antes posible. Sin embargo, las plegarias no siempre son escuchadas, por lo que tienen dos opciones: esperar o caminar.

En el centro de Maracay el escenario no es muy distinto. En las horas pico es común ver grandes cantidades de personas a pie, cual caminata organizada por alguna empresa.
Niños, jóvenes, adultos y viejitos se acompañan en los largos paseos que deben hacer para llegar a sus destinos, los cuales no resultan agradables ni mucho menos divertidos, sino todo lo contrario. La angustia y la amargura se reflejan en sus caras, dejan al descubierto su pensamiento: no es justo pasar tanto trabajo.

UN MILLARDO

La escasez de transporte en las principales arterias viales de la ciudad no es para menos, si la ruta de Montaña Fresca no tiene ni una sola unidad operativa, mientras que la de Caña de Azúcar pasó de tener 170 camionetas trabajando para ofrecer sólo seis, y La Coromoto cuenta nada más con cuatro unidades, según las cifras facilitadas por José Serrada, secretario ejecutivo de la Federación Nacional de Transporte para el estado Aragua.

El transportista detalló que un caucho 8 25 20 ronda el millardo de bolívares y una unidad necesita seis para poder trabajar, los cuales, a su vez, deberían ser cambiados cada seis meses. Un juego de bandas está en el orden de los 300 millones de bolívares, un rin 400 millones y la paila de aceite, que trae 20 litros, oscila en los 300 y 400 millones de bolívares, aún siendo un derivado del petróleo en un país con grandes reservas como lo es Venezuela.

En este orden de ideas, el transportista indicó que el Gobierno ha ofrecido una venta a precio regulado de una paila de aceite por unidad u ocho litros en caso de que sean vehículos de gasolina; no obstante, esto no es suficiente para hacer funcionar una camioneta.”Ya esto llegó al colapso. Nosotros como transportistas queremos pedirle disculpas a los usuarios y queremos que entiendan que la situación del transporte público en Aragua es grave”, comentó Serrada en una rueda de prensa convocada para detallar esta problemática que afecta a todos los venezolanos.

A pesar de los argumentos de los choferes, los usuarios no logran estar totalmente de acuerdo con ellos, como es el caso de Glenda Romero, quien indicó que más de una vez la han bajado de una unidad por no pagar los 10 mil bolívares que ellos exigen. “El Gobierno les da a ellos un subsidio de cauchos y baterías, entonces, ¿qué pasa con ellos que hacen lo que quieren y qué pasa con las autoridades que no hacen cumplir la ley?, no lo entiendo”, señaló Romero, al mismo tiempo que se preguntó hasta cuándo los venezolanos van a seguir aguantando los atropellos de los bachaqueros y de los transportistas.

Para responder estas interrogantes, Neiro Ordóñez, funcionario policial, admitió que no hay control por parte de las autoridades. “A pesar de que nosotros tenemos las vestiduras de funcionarios, están pasando muchas cosas que nos pega como seres humanos, pues deberíamos convivir todos como una familia y nos estamos matando nosotros mismos. De verdad es muy triste”, lamentó el policía, al mismo tiempo que recalcó que no debió dar declaraciones por temor a problemas en su contra por ser funcionario público.

Los lugares adyacentes a las colas se han convertido en una espacie de hábitat, donde los usuarios de las camioneticas se acompañan de botellas de agua, sombrillas para el sol o paraguas si hay lluvia y uno que otro alimento por si el hambre se hace presente. Yelitza Colmenares es una usuaria de la ruta de Caña de Azúcar, quien tuvo una propuesta muy particular debido a los sacrificios que ha notado en las colas. “Las personas que esperan en la sombra deberían pagar 10 mil bolívares y las que están en el sol cinco mil o, en su defecto, deben conseguirse lugares donde no le pegue el sol a nadie porque no estamos en la época de la esclavitud”. Añadió que hay mucha falta de respeto por parte de los colectores, quienes bajan a las personas que no tienen el pasaje completo.

Por su parte, Iván Cohen, directivo y chofer de la Unión La Coromoto, comentó que están “trabajando con las uñas”, ya que los insumos son insuficientes para que las unidades laboren normalmente. “Reparar un motor ahorita cuesta más de un millardo de bolívares, dependiendo de la falla, y con un pasaje de cinco mil bolívares tú me dirás cuándo vamos a poder comprarlo. La tarifa debería estar en 180 mil bolívares, pero sería imposible cobrarlos porque el efectivo es otro problema más”, explicó el conductor.

EMIGRAR A LA EMPRESA PRIVADA

Para aminorar la situación y asegurar su permanencia, algunas unidades han emigrado al sector del transporte privado, como es el caso de varios propietarios de la Unión Caña de Azúcar. En su lugar, se acercan unidades “piratas” de otras rutas que son habilitadas para trasladar a los usuarios, quienes en últimas instancias y cansados de esperar por tantas horas pagan los 10 mil bolívares y más que exigen los choferes.

La sensación de calma y orden que reina en las colas desaparece cuando una camioneta se estaciona en la mitad de la calle; en ese momento, el escenario es distinta y una ola de personas corriendo se encima a la unidad para tratar de agarrar un puesto o, simplemente, montarse. Este panorama es común en las paradas, donde las personas implícitamente están listas para correr si la ocasión lo amerita.

Carmen de Guerra fue testigo de este acontecimiento mientras esperaba la camionetica en Caña de Azúcar. En su mano tenía el pasaje y se denotaba una afección producto de la escasez de medicamentos para tratarla, según comentó. Al ser abordada sobre el tema del transporte, aseguró que los aumentos del pasaje son justificados porque “esa gente, los choferes, comen y beben también”. Asimismo, señaló que los “viejitos” siempre van adelante; sin embargo, al momento de correr están imposibilitados para hacerlo.

Sin duda alguna, la situación del transporte público es la suma de numerosos problemas, entre los cuales destacan la escasez de efectivo y de insumos para tener las unidades operativas. El panorama es oscuro y no tiene indicios de aclarar; al contrario, los choferes temen que en poco tiempo la ciudad se quede sin camionetas y sean los camiones de carga quienes se encarguen del traslado de personas. No obstante, y claro está, no es la opción más viable, pero sí la más cercana.

MELANIE PAYARES (pasante) | elsiglo
fotos | JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ