«Los Milagros de la Selva» Parte 2: Mi mamá se murió

El domingo se cumple un mes desde que fueron ubicados con vida los cuatro niños indígenas (de la etnia huitoto) que duraron 40 días desaparecidos en la selva amazónica de Colombia, lo que denominaremos «Los Milagros de la Selva», luego que la avioneta donde se trasladaban junto a su mamá Magdalena, y otras dos personas se precipitara a tierra.

El cambuche fue construido por Lesly utilizando sus dientes para morder y cortar las palmas

En la primera parte de esta conmovedora historia, presentamos «3 Momentos» en relación al viaje de la mujer con sus cuatro pequeños (Lesly Jacobombaire Mucutuy, de 13 años de edad; Soleiny Jacobombaire Mucutuy (9), Tien Noriel Ranoque Mucutuy (7) y la bebita Cristin Neriman Ranoque Mucutuy); de igual manera las posibles causas del siniestro aéreo, y algunas vivencias, cuando más de 150 hombres que conformaron la «Operación Esperanza» emprendieron la búsqueda de los menores que prácticamente se convirtió en la odisea de encontrar una aguja en el pajal.

RASTREO DE LOS NIÑOS

Hoy, revisamos algunos aspectos, en relación aun, al rastreo de los niños perdidos, la supervivencia de ellos y abordar un punto enfocado a Wilson, el perro rescatista del que se considera acompañó a los hermanos por algunos días, pero que de un instante a otro desapareció, como si la misma selva se lo hubiese tragado, aunque en los últimos días han surgido versiones que al canino lo han visto por los alrededores de la selva.

En la actualidad, es escasa la información oficial sobre los niños. No se ha revelado qué va a pasar con ellos, hasta cuándo los mantendrán en el Hospital Central Militar (en Bogotá) donde fueron remitidos inmediatamente después de ser rescatados. El padre de los más chicos y el padrastro de los mayores, Manuel Ranoque, es la impresión, ya no es blanco de los medios de comunicación de Colombia, porque ya pocos se refieren a él, aunque, posiblemente, la mayoría estén respetando sus últimas declaraciones, cuando solicitó les dejaran tranquilos, porque apenas estaban saliendo de la tragedia.

Pero hay otra mirada en descarga al hombre, que posiblemente guarda relación a las declaraciones de los familiares directos de Magdalena, que han dicho, que ella y los niños huían de Manuel y por ello tomaron el vuelo.

Momento 4: UN PAISAJE ESPECIAL

El dibujo elaborado por Lesly en el HCM de Bogotá

Después de su ubicación, Lesly y sus hermanitos fueron trasladados al HCM en la capital de Colombia; el diagnóstico fue similar en los cuatro, estaban deshidratados y en un avanzado estado de desnutrición, además de picaduras de insectos y rasguños. Pese a ello, el parte médico fue muy alentador desde que los muchachitos llegaron al lugar.

Todos los protocolos se cumplieron en virtud de su atención, por lo que hubo servicio de toda índole para tranquilidad colectiva. Los psicólogos estuvieron de primeros en la cola, porque era necesario conocer qué tanto le pudo afectar todo lo vivido; en resumidas cuentas, el accidente de la avioneta, ver tres cadáveres, entre ellos, el de su mamá, y los recorridos por la selva (la oscuridad, el hambre, el acecho, el frío…).

Como estrategia de los profesionales, utilizaban dibujos para que ellos describieran aspectos interesantes mientras estuvieron en la jungla.

DIBUJO DE UN PAISAJE

Llamó mucha la atención, que la mayor de los hermanos dibujó un paisaje, siempre lo hacía, pero este era especial. Para la interpretación profesional, ofreció detalles, que mientras eran rastreados por soldados, voluntarios y familiares (en medio de la angustia), ellos estaban tranquilos, protegidos, como que si nunca estuvieron en peligro.

Wilson está a primera vista, abajo a la izquierda. Arriba, un gran sol; el resto lo conforman, árboles, nubes, aves, un río, peces, montañas y flores. «Hace respirar calma», señaló uno de los psicólogos.

Cobra notoriedad lo elaborado por Lesly, entorno a sus acciones para preservar la integridad de todos, incluso, se ha llegado a pensar que buscó tan bien un buen sitio para el refugio que no se dibujó y tampoco a sus hermanos; estaban muy bien escondidos.

Momento 5: REVELACIÓN QUE PARTIÓ EL ALMA

Las imágenes de hallar a los menores recorrieron el mundo entero en cuestiones de minutos. El asombro por encontrarlos vivos hizo palpitar los corazones por doquier. Fueron 40 días buscándolos, solamente en las noches si habían instantes para dormir, porque del resto, los recorridos eran fuertes, cubriendo la espesa jungla.

El rescate de los cuatro niños de las entrañas de la selva amazónica colombiana no deja de sorprender

«Encontramos a los niños. Bendito sea Dios. La fe nos ha puesto en el camino que queríamos, hemos encontrado el objetivo que queremos, aquí están los cuatro niños con vida», dijo con voz partida uno de los rescatistas que llegó al sitio donde estaban los hermanitos.

Los soldados y los indígenas trataban de hablar fuerte para evitar una reacción contraria al estado anímico de los cuatro; estaban tranquilos, débiles, pero serenos.

Tien Noriel rompió el hielo cuando los adultos prácticamente se estaban sentando para atenderlos: «quiero comer arroz con leche». Eso provocó más reacciones de alegría entre los que conformaban el bloque de búsqueda, por lo que uno de ellos comentó de inmediato: «hijo, vas a comer eso y muchas otras cosas más».

El niño tenía fuerza para levantarse, dejando constancia que estaba bien. Y sus siguientes palabras quebró a los que llegaron al lugar, en especial, a los militares. En medio de su inocencia manifestó «Mi mamá se murió». Todos se miraron, quedaron atónicos, cortos, aunque uno de los castrenses cambió el ambiente, recordándoles a los menores «su abuela los está buscando, su familia, su papá, su tío está acá». Lo que escuchó -en ese instante- dibujó una sonrisa en su carita.

El mismo Tien Noriel le dijo a su tío Dairo Juvenal Mucutuy «quiero mis zapatos, quiero caminar, pero me duelen los pies».

Momento 6: LECCIÓN DE VIDA

Quienes se acercaron a los pequeños, propios y extraños, han tratado de descifrar las claves de cómo ellos pudieron sobrevivir a los rigores de la selva. Por supuesto, la sabiduría ancestral es la que cobra más fuerza en todo este contexto, toda vez que Lesly, en su forma natural de vivir, ha recibido muchas orientaciones, por una parte su madre, y por otra, su abuela.

Para los adultos indígenas, una situación de tal magnitud, asumida por la jovencita con valentía «no desde el miedo, pero sino desde el respeto».

La selva para ellos tiene una espiritualidad que no se puede evadir, por lo tanto, si la naturaleza misma los guía, se puede salir de los percances.

CONOCE LA PARTE UNO: Colombia: “Los Milagros de la selva”

La mayor de los hermanitos no tuvo problemas de alejarse por ratos para buscar alimentos. Agotados los comestibles que habían quedado en la siniestrada aeronave, como el fiambre, maracuyá (parchita) y la fariña (harina de yuca), así como las raciones que arrojaron los militares desde los helicópteros, era necesario conseguir qué comer.

Sus conocimientos de la selva condujo a Lesly llegar hasta los lugares donde podía agarrar «juan soco» y «milpesos»; estas dos frutas (o pepas silvestres) permitieron que los niños sobrevivieran mientras estuvieron perdidos.

El «juan soco» y el «milpesos» son frutos que se dan entre febrero y junio cada año, por lo que no fue difícil para ella encontrarlos, o tal vez siguió los rastros que dejaban los monos.

Otra particular manera de corroborar que tuvo control de la situación, es que la jovencita supo armar el refugio donde se mantuvieron por mucho tiempo. Sin herramientas, tampoco cuchillos, Lesly utilizó sus dientes para morder y cortar las palmas de platanillo que consiguió en sus rápidos recorridos.

TECHO IMPROVISADO

En ese sentido elaboró un improvisado techo y una especie de catre para que los más pequeños durmieran. Según relatos de su tío Dairo, ella dormía poco, porque estaba pendiente de Cristin y en medio de la oscuridad vigilaba que ningún animal o «bicho» se les acercara. «Ella no tenía miedo», aseguró Narciso Mucutuy.

Hay una revelación sobre otro episodio de sobrevivencia que lideró la hermana mayor. Una tía contó que en muchas ocasiones, ella jugaba con Lesly a construir ranchitos. «Cuando ví algunas fotos que nos hacían llegar mientras las buscaban, podía ver el cambuche (lugar para descansar), entonces la incertidumbre desaparecía y tenía más confianza de que estaban vivos; era mi sobrina que los construía para resguardarse de la lluvia y para proteger a los niños», afirmó la familiar.

Momento 7: CONDECORACIÓN SIMBÓLICA

El presidente colombiano Gustavo Petro condecoró a Drugia, mamá de Wilson, el pastor belga que se perdió en la selva amazónica mientras buscaban a los 4 niños.

Drugia recibió las medallas por la heroicidad de su hijo, Wilson

Para el acto estuvieron presentes, miembros de la cúpula militar de Colombia, así como integrantes de la «Operación Esperanza», que se encargó de localizar a los menores.

Petro y el ministro de Defensa, Iván Velásquez, condecoraron en la Casa de Nariño a los soldados y a los miembros de las comunidades indígenas que hicieron posible encontrar y poner a salvo a Lesly, Soleiny, Tien Noriel y Cristin.

«Como todos sabemos, Wilson aún no ha sido hallado. Es por esto que invitamos a pasar al frente al binomio canino conformado por el soldado profesional Anderson Acosta y la canina Drugia, madre de Wilson»: se escuchó en el patio de honor a través de los parlantes.

La perra, luciendo la bandera de Colombia, desfiló frente a los demás condecorados y recibió dos medallas.

El 24 de junio, dos días antes de la condecoración simbólica que recibió Drugia por la heroicidad de su hijo, un alto vocero del Ejército Nacional de Colombia aseguró que veía «complicada la aparición de Wilson».

El comandante de las Fuerzas Especiales, Pedro Sánchez, manifestó que «Wilson será recordado en nuestros corazones y en el alma de este pueblo colombiano. Lo haremos con los otros caninos y con nuestros soldados y policías que han ofrendado su vida».

Por su parte, después de condecorar a 86 personas, el presidente Petro aseveró que «más allá de las medallas que aquí se han entregado, la gran recompensa se llama vida».

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HÉCTOR BRICEÑO | elsiglo

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