Popularmente se piensa que el agua se adentra en la piel ablandándola de tal modo que hace que se formen arrugas en su superficie de los dedos, algo que también ocurre con los pies.
Aunque lo que realmente sucede es que durante un prolongado contacto con el agua, los glóbulos de la sangre situados debajo de la piel se encogen en respuesta a un impulso procedente del sistema nervioso autónomo. Así que las yemas de los dedos se contraen, provocando las arrugas.
Científicos de la Universidad de Newcastle,en Inglaterra, encontraron una solución que según ellos explicaría mucho mejor las verdaderas causas que subyacen bajo este fenómeno. Dichas causas no serían otras que la de un mecanismo de adaptación del ser humano por el cual al estar en contacto durante un tiempo prolongado con el agua, la piel de nuestros dedos se arrugaría para permitirnos agarrar mejor los objetos mojados.
Los especialistas pidieron a 20 participantes de un experimento que trasladaran unas cuantas canicas tanto mojadas como secas de un recipiente a otro por estrechas aberturas.
El resultado fue que si este proceso se llevaba a cabo después de haber tenido los dedos bajo el agua durante un rato, con la piel de las yemas arrugadas, el manejo de las canicas fue mucho más exitoso.
