El Justiciero: más que peleas y tiroteos, tiene reflexiones

Acción, suspenso, drama y misterio. Estos cuatro ingredientes nunca faltaron en los 88 episodios de El Justiciero (The Equalizer), serie de Universal TV que durante nueve temporadas se emitió entre 1985 y 1989, estelarizada por el fallecido actor inglés Edward Woodward encarnando a Robert McCall, un ex agente del servicio de inteligencia británico que en la ciudad de Nueva York ayudaba, a veces por métodos nada tradicionales, a resolver los casos de las víctimas del hampa que la policía ignoraba. El protagonista ganó un Globo de Oro por este rol y la serie quedó tan anclada en el recuerdo que era inevitable que en algún momento pasara de la pequeña a la gran pantalla.

Fue así como en 2014 el realizador Antoine Fuqua hace El Justiciero, una explosiva cinta de acción donde el gran Denzel Washington, mimetizado en McCall, esta vez un ex agente de la CIA, protegía a una joven prostituta (Chloe Grace Moretz) de la mafia rusa. Las críticas fueron mixtas, pero en líneas generales se la elogió como un esfuerzo bastante digno por evadir los lugares comunes, además de resaltar a su protagonista como el notable actor que siempre ha sido.

A pesar de tener una carrera que se extiende por más de cuatro décadas, repleta de éxitos de crítica y público y coronada con dos Oscars, El Justiciero 2, que llega hoy a la cartelera venezolana, es la primera secuela de Denzel Washington y ha sido Anthony Fuqua, uno de sus directores fetiches (lo dirigió también en Día de entrenamiento y Los siete magníficos), quien lo indujo a retomar su papel de justiciero urbano, que en esta ocasión se enfrenta a un caso en el que entran en juego sentimientos personales. En este thriller de acción iniciará una cruenta guerra contra un grupo de matones profesionales que asesina a una vieja compañera de la CIA. Aquí difumina la línea entre la justicia y la venganza hasta hacerla casi imperceptible.
Mientras la película descubre aspectos desconocidos de este misterioso personaje que permanecían ocultos en la primera entrega, ofrece también un espectáculo cargado de tensión, peleas y tiroteos que no escatiman en violencia explícita y cuyo clímax final se desarrolla en medio de un huracán de categoría 5. No obstante, McCall se enfrenta a una serie de encrucijadas morales más complejas que las que ofreció la primera entrega. El fuerte de El Justiciero 2 no es la acción, lo relevante son sus muy particulares apreciaciones éticas en torno a la responsabilidad individual en el rumbo de las cosas. La trama no es más que una excusa para profundizar en la psique peculiar y el pasado del protagonista, así como un retrato extrañamente pausado, incluso contemplativo, de insatisfacciones y atropellos cotidianos.
No es la típica película al estilo Duro de matar, con desbordes a diestra y siniestra. Su estilo es más relajado en algunos aspectos, pero sin perder el norte de lo que quiere ofrecer. Tiene momentos muy logrados y algunas muertes bien rodadas, a la par que originales, que merecen la pena subrayar. Todo ello conforma una historia que, no por irregular, deja de ser fascinante.
Fuente: El Universal