El neceser de Cleopatra: secretos de una reina

Aunque todos la conocemos como Cleopatra a secas, la realidad es que su nombre era Κλεοπάτρα Φιλοπάτωρ (Cleopatra Filopator Nea Thea) y fue la séptima en llevar ese nombre dentro de la familia que dominaba el país del Nilo desde que Ptolomeo Soter, el diádoco de Alejandro, se estableciese en Egipto tras su muerte y, después de una cruenta guerra con sus antiguos compañeros, se autoproclamase faraón.

El neceser de Cleopatra: secretos de una reina. FOTO: CORTESÍA

Hija de Cleopatra V y Ptolomeo XII “Auletes” (le llamaban el “flautista” porque era un cretino vividor), nació en el 69 a.C.

Frente a lo que piensan algunos (que tenía facciones negroides o directamente era de piel oscura, como en la docuserie “Reinas de África” de Netflix), Cleopatra era totalmente griega. La dinastía ptolemaica adoptó el ritual faraónico de casarse entre hermanos para preservar la sangre real (su marido fue su hermano Ptolomeo XIV), por lo que la reina del Nilo no tuvo ni una gota de sangre egipcia o africana.

Como una especie de precursora de Hypatia, fue educada por un elenco de preceptores griegos y era mujer versada en literatura, música, política, matemáticas, medicina y astronomía.

Lo que sí se sabe es que Cleopatra VII fue la primera reina ptolemaica que aprendió el idioma egipcio. Todos los testimonios de su tiempo indican que era una mujer muy inteligente, culta y refinada. Cuando se presentó en público por primera vez con catorce años, además de su griego vernáculo, ya hablaba egipcio demótico, hebreo, sirio, arameo y algo de latín.

Poder de seducción

Elizabeth Taylor, Cleopatra (1963)

Amante de los hombres más poderosos de su tiempo, primero Julio César y después Marco Antonio, del primero tuvo un hijo, Cesarión, y del segundo tres, los gemelos Cleopatra Selene II y Alejandro Helios, y Ptolomeo Filadelfo. Sus artes de seducción fueron muchas y complejas, porque, aunque en general se le atribuyera una belleza excepcional -¡quién no recuerda a una hermosísima Liz Taylor en el papel de Cleopatra!-, distintos grabados y dibujos parecen indicar que sus encantos radicaban más en su compleja personalidad que en su aspecto físico.

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Así se desprende también del testimonio de Plutarco en su obra Vidas paralelas, donde puede leerse: “Se pretende que su belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación y por todas las gracias que se desprenden de una feliz personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo. Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje. […] Platón reconoce cuatro tipos de halagos, pero ella tenía mil”.

Cleopatra parecía estar convencida de que la gastronomía podía ser un arma eficaz de seducción y de que a los hombres se les conquista por el estómago, lo cual en personaje tan notable podría parecer muestra de simpleza y elementalidad.

Selección de alimentos

Error garrafal a la luz de la ciencia nutricional contemporánea puesto que se sabe que el consumo de ciertos alimentos, como carne roja, huevos, garbanzos o espárragos, activa la producción de oxitocina, una hormona que actúa como neurotransmisor cerebral y que se ha venido en llamar «la molécula del amor» por su capacidad de inducir procesos fisiológicos que llevan al enamoramiento. Seguramente desconocedora de estas circunstancias, pero cargada de intuiciones, Cleopatra supo jugar sus cartas.

La influencia de los banquetes griegos y romanos llevó a los egipcios a poner en sus mesas platos como lenguas de diferentes pájaros, jabalí relleno de morcilla, lirones con castañas o hígados de oca bañados en leche y miel. Por otra parte, se cuenta que, junto a Marco Antonio, propició la creación de una de las asociaciones gastronómicas más antiguas de la historia, el Círculo de los Inimitables, un grupo de sibaritas que se organizaba en cacerías, grandes banquetes e incursiones ocasionales en barrios populares para conocer las recetas plebeyas.

Manjares

El hallazgo de algunos papiros encontrados en el oasis de Fayum, revelan valiosa información sobre la gastronomía de aquellos años. Un menú de la época, propio de un restaurante con estrella Michelín, podría ser el siguiente: Haman Mashi, pichón relleno de arroz y acompañado de verduras, después vendría una sopa de cebada, carne de caza asada, pescado del Nilo preparado al espeto, y pasteles de higos y nueves cubiertos de miel de abeja. Todo ello regado con vino griego y la tan egipcia cerveza.

Y a buen seguro que en los menús de Cleopatra no faltaba la lechuga, una hortaliza considerada alimento sagrado y asociado a Min, dios de la fertilidad y de otras cosas varias, al que se representaba como un hombre negro o verde, pero siempre dotado de un prominente y erecto falo.

Los antiguos egipcios consideraban la lechuga como afrodisíaco de primer orden, que enamoraba a los hombres y hacía fértiles a las mujeres.

Belleza y encantos

Es curioso que, teniendo una esperanza de vida de apenas cuarenta años, los egipcios estuviesen tan preocupados por su apariencia. Así que, me vais a permitir la licencia de abrir el neceser de una egipcia de la época para ver lo que encontramos en su interior.

Para eliminar las arrugas delatoras del número de crecidas del Nilo, echaron mano de una mezcla de polvo de calcita y natrón (también empleado en los procesos de momificación) tan abrasiva que, literalmente, les arrancaba la capa superficial de la piel y dejaba el rostro como el culito de un bebé sonrosado. Los egipcios eran muy aficionados a eso de oler bien, y como base de sus perfumes utilizaban la canela, el incienso, la mirra y cientos de plantas y flores locales o importadas.

Dependiendo de su elaboración, el formato de presentación podía ser líquido, en aceites e incluso sólido. Tampoco sería extraño encontrar en este particular neceser un frasco de miel o de aceite de moringa, que utilizaban como hidratante, para aliviar las quemaduras solares… ¡o para eliminar las estrías después del embarazo! Henna para colorear el pelo, ya fuese el propio o el de la peluca, y un fijador a base de cera que dejaban secar al sol para mantener el peinado.

Un Egipto vanidoso

Un toque de color rojo para los labios (Cleopatra tenía un pintalabios rojo muy particular elaborado con escarabajos secados al sol y pulverizados) y, lo más importante, la sombra de ojos negra o kohl. Y digo lo más importante, porque no solo era un cosmético, sino que puede que fuese uno de los primeros preparados oftalmológicos de la historia.

Es más fácil que en lugar de bañarse en leche de burra, Cleopatra lo hiciese en agua blanquecina, y ligeramente jabonosa, que quedaba tras el primer lavado de la lana recién esquilada. Y claro está, sabía lo que hacía, porque uno de los ingredientes principales de este baño era la lanolina, que hoy podemos encontrar en jabones o cremas cosméticas.

Si los cosméticos nacieron con la vanidad, los egipcios eran muy vanidosos… tanto ellos como ellas, porque este neceser bien podría haber sido el de un hombre.

elsiglo con información de (MuyInteresante)

MG