Puede que carezcan del cerebro de los vertebrados, pero la evolución ha dotado a la modestas (y molestas) moscas domésticas con unas capacidades de percepción, velocidad y maniobrabilidad tales que hace que sean extraordinariamente buenas para detectar y evitar los ataques por rápidos que sean.
El inicio del vuelo, es decir, el despegue y la estabilización inmediata, constituye un desafío para cualquier animal volador. El despegue exige generar en poco tiempo una enorme potencia para ganar altitud, mientras que estabilizar el vuelo requiere respuestas rápidas a las perturbaciones. El equilibrio entre velocidad y estabilidad hace que las moscas utilicen despegues rápidos pero inestables cuando se ven amenazadas, y despegues más lentos y estables cuando buscan comida o inician el vuelo voluntariamente.
Una mosca vuela sigilosa alrededor de su cabeza y aterriza cerca. Agarra un matamoscas o enrolla el periódico, la observa con cuidado, calcula la distancia y lanza lo que cree que es un golpe perfecto. Esfuerzo inútil. No importa lo rápido que sea, casi siempre la mosca será más rápida, conseguirá evitar su golpe pretendidamente maestro y se irá sin apenas ser afectada.
Como ha podido comprobar cualquiera que intente leer en una terraza, las moscas son extraordinariamente rápidas para escapar cuando están posadas sobre superficies sólidas y son capaces de maniobrar en vuelos acrobáticos que provocarían la envidia de los pilotos de combate. No es casualidad.
Puede que carezcan del cerebro de los vertebrados, pero la evolución ha dotado a la modestas (y molestas) moscas domésticas con unas capacidades de percepción, velocidad y maniobrabilidad tales que hace que sean extraordinariamente buenas para detectar y evitar los ataques por rápidos que sean.
Los halterios de las moscas
Además de su visión ultrarrápida, en esa extraordinaria capacidad de respuesta juegan un papel esencial sus alas traseras modificadas, los halterios. Estos les permiten hacer despegues súbitos en el último momento, cuando el peligro inminente se cierne sobre ellas.
Las moscas domésticas (Musca domestica) son dípteros, algo que quizás sugiera equívocamente que solo poseen dos alas. No es exactamente así. Tienen cuatro, pero mientras que la mayor parte de los insectos voladores despegan impulsándose con las patas y poseen cuatro alas adaptadas para sostenerlas e impulsarlas durante el vuelo, las alas traseras de los dípteros ni sustentan ni baten, porque se han transformado en pequeñas estructuras parecidas a palancas mazudas, los halterios.