Las mujeres trabajadoras le dieron nombre al barrio Las Flores

Siguiendo con esta serie sobre nuestras barriadas, no menos interesantes que otras historias sobre su fundación, resulta la cronología sobre el barrio Las Flores, que en la actualidad tan sólo conserva pocas calles y casi ninguna de aquellas casas de antaño. Debido a la galopante postmodernidad y al caos urbanístico, todo aquel primitivo ambiente de la vieja Maracay sucumbió en lo que ahora es en gran parte la zona comercial de la perimétrica central.

Las características antiguas sucumbieron a la postmodernidad

Pero como en toda narración, hay personajes relevantes en este coloquio comenzaremos con Ana Soraya Meza, quien es licenciada en enfermería, maracayera de pura cepa, pero además tiene la fortuna de llevar en su sangre el acervo del legado sobre la fundación de Las Flores.

Ana Soraya Meza

Ya que es descendiente en primer lugar de la señora Teolinda de Meza, lamentablemente ya fallecida, pero como testimonio de su gran amor por esta tierra, nos dejó sus «semblanzas sobre el barrio Las Flores», un manuscrito que recopila la historia, que a su vez ella oyó de boca de sus antecesores, y que hoy, tal como ella mismo lo reseña en sus escritos, pueden llegar a mano de las actuales y próximas generaciones, para así mantener firme en el presente las raíces de este antiquísimo sector, icono de nuestra ciudad.

Ana Soraya nos dijo sobre su mamá lo siguiente: «Mi mamá fungió durante muchos años como jefa del archivo histórico general del estado y ella sabe toda la historia sobre la fundación del barrio y de varias localidades de Maracay».

Ese amor por la historia y a la ciudad, así como su constante pasión por la escritura, la llevaron a escribir estas semblanzas donde detalla todo acerca del barrio, del que además guardamos estrecha relación con sus fundadores, pues tenemos lazos filiales, pues por parte de mi papá soy sobrina de Berta de Fernández, una precursora».

Para Ana Soraya ese amor de su madre fue un ejemplo que no tardó en ella misma emular y hoy sumado al compromiso y la responsabilidad sobre el legado que tiene en sus manos, es firme su intención de compartirla y difundirla al resto de la comunidad.

«Por medio de mi mamá y sus semblanzas conocí parte de la historia sobre los orígenes de esta comunidad donde yo nací y me crié, y quizás por el hecho de que mi mamá ya estaba mayor cuando hizo estos escritos, no hubo tiempo de darle a conocer por medio de ellos, pues ella murió en este año y bueno mi tía quien si ya lleva doce años de muerta, fue un trabajo que quedó pendiente, el de difundir su historia y darla a conocer sobre todo a nivel regional como fundadora».

EL ORIGEN DEL BARRIO

Del manuscrito de Teolinda de Meza conocemos el argumento sobre su «semblanza» y a su vez la reseña breve de los orígenes de la comunidad, y por eso extraemos lo siguiente:
«A pesar de haber tenido por mucho tiempo la idea de escribir estas semblanzas; sólo me decidí hacerlo en los años más avanzados de mi vida, lo que influye notoriamente en mis relatos, dicho esto, trataré de llevar al conocimiento de los habitantes de la comunidad, a los naturales de este sector, nacidos o criados en los predios de la zona que por casualidad o simple curiosidad llegasen a leer el origen y la conformación de la misma, tengan la absoluta seguridad que todo lo aquí narrado está ceñido a la más estricta verdad…».

«¿Quién podrá recordar o siquiera imaginarse que el nombre original de este barrio fue Ciudad Pellejo o Ciudad Huesito?».

Con esta interrogante el manuscrito nos traslada a un paseo por el tiempo llegando a aquella Maracay de Juan Vicente Gómez, donde muy cerca de los terrenos donde se asienta Las Flores actualmente, muy cerca quedaba el popular matadero o ganadera de Maracay en la calle Campo Elías, por la parte este-oeste, y de norte a sur por las calles Negro Primero hasta calle La Línea, (actualmente Constitución).

UN REFUGIO PARA MALA CONDUCTAS

Sigue en su relato Teolinda recreándonos acerca de los años 1931 al 1933, cuando en la ciudad de aquellos tiempos, por disposición de las autoridades, las personas quienes reiteradamente tenían prontuarios por reincidencia en delitos, denuncias o eran detenidos públicamente por cualquier clase de conflicto público, estos por órdenes gubernamentales debían de ser marginados o excluidos, ubicándolos en zonas alejadas del centro de la ciudad; es pues los terrenos de unos muladares o viejos potreros hacia lado oeste que servirán para tal cometido.

No obstante, el nacimiento de aquel pobre caserío contó con la conformación de un número no mayor de quizás unas setenta familias, a las cuales con el pasar del tiempo se iban sumando otras, a quienes la naciente pobreza y necesidad extrema les obligaba a tener que radicarse en ese sector.

Es decir que una de las características más notables de los inicios de Las Flores es su evidente pobreza extrema, y obviamente debido a la mala fama producto de las personas rechazadas socialmente que residían allí.

LLEGÓ LA AUTORIDAD

Cuentan que el señor Policarpio Fernández (mejor conocido como Pulido) quien conformaba pareja matrimonial con Berta Torres, oriunda y habitante del caserío de Mariara, estado Carabobo, en vista a que dicha pareja carecía de vivienda propia, también se radicaron en el «peligroso» sector, a razón de la autoridad que ameritaba el lugar, debido a que Pulido era funcionario y por ende fue nombrado comisario del barrio.

Entre otras cosas importantes, el comisario Pulido estableció el orden y el respeto de la incipiente comunidad, así como también fue el encargado de asignar los terrenos a las personas enviadas por el gobierno y los que, sin vivienda, se acercaban al espacioso y basto lugar.

Como dichas personas no poseían dinero para construir sus viviendas, fabricaron trojas, llamados así entonces los ranchos, los cuales eran casas de brea o barro, que mezclaban con paja o gamelote, trabado con varas y para hacerlas más resistentes le colocaban huesos o cachos del ganado molido para hacerlas más fuertes.

Por otro lado de materiales sacados de los desperdicios de la ganadera, se cuenta que con el cuero especialmente se forraban puertas, paredes y hasta techos para cubrir las viviendas.

CIUDAD PELLEJO O HUESITO

De una especie de canaleta encementada que salía de la ganadera (por la avenida Constitución) y llegaba a Río Güey, la cual servía para verter desperdicios y sangre de las reses sacrificadas al río, por allí bajaban también en su trayectoria vísceras de las vacas, que en ese tiempo eran desechados: tripas, mondongo, librillos, entre otros y muchos de los trabajadores del matadero, los cuales eran habitantes del caserío, para soliviantar un poco la pobreza reinante aprovechaban y dejaban ir también por allí uno que otro buen pedazo de carne, huesos con carne y el cebo del ganado, el cual era usado para ser comercializado mediante la elaboración de jabones, y del cual se desprende una historia, que relataremos también sobre uno de los comerciantes más prósperos de Las Flores, el cual se hizo en base a este negocio.

Lo cierto es que en la zona, antes de que llegara al río, se podía ver mujeres y muchachos pescando los envoltorios que con ciertas características ya reconocían, quien lo enviaba y para quien era y así se podía en la mayoría de los casos lograr el salado del día, e igualmente es de esta manera que se le adjudica como nombre original a la barriada, Ciudad Pellejo o Ciudad Huesito.

FINALMENTE NACEN LAS FLORES

Como obviamente se pensará, el nombre «Ciudad Pellejo» o «Ciudad Huesito», no resulta nada atractivo y mucho menos representativo, y como todo barrio tiene derecho a progresar, en cuanto a la designación, los residentes de Ciudad Pellejo, deben agradecer a la providencia que una familia que se apellidaba Flores y la cual estaba integrada por varias mujeres, se mudara allí.

Se cuenta que éstas estaban cargadas de hijos y por eso fueron ubicadas en el sector, en unas parcelas que quedaban una al ladito de la otra, como la mayoría de las mujeres venezolanas, estas féminas eran muy trabajadoras, y a fuerza de bregar día y noche en cuanto oficio decente encontraran, se hicieron muy populares, ganándose así el respeto de la comunidad.

Y cuando la gente preguntaba por alguna de ellas sólo hacían referencia a su apellido «Las Flores», y como señalamiento al barrio comenzó en su honor a decirse «por allá por donde viven Las Flores», y fue así como quedó en el olvido Pellejo y Huesito y en su lugar nacieron Las Flores.

JOSÉ LUIS BLANCO | elsiglo

fotos | JOEL ZAPATA