Tumbas profanadas sorprendieron a visitantes del Cementerio de Turmero

Era un día domingo común como cualquier otro, donde muchos se despertaron temprano para ir a la iglesia y dar gracias a Dios por el don de la vida; otros salieron a hacer mercado, se quedaron en casa y algunos, como es el caso de la familia Meza se dispusieron a ir al camposanto donde reposan los restos de algún ser querido para visitarlo.

Momento en el que la familia Meza reestructuraba la tumba de su pariente

El recorrido de aquellas personas comenzó desde su hogar en San Joaquín de Carabobo hasta el Cementerio Municipal de Turmero, lugar donde hace seis meses está enterrado su pariente, pero que no visitaban desde hace tres meses porque el vehículo que utilizan como medio de transporte le faltaban algunos repuestos.

Al llegar al sitio, lo que más les sorprendió a la familia Meza no fue el abandono que reina en el espacio, caracterizado por el monte que cubre las tumbas, sino lo que se iban a encontrar al llegar al lugar exacto donde suponían “descansaba en paz” su deudo.

Franzulys Meza, en compañía de sus seres queridos, consiguió la tumba de su padre en un estado deplorable, le habían quitado los bloques, la urna estaba destapada, algo que para ella era una cosa infrahumana.

Aterrorizada por lo acontecido, decidió retirarse afligida junto a su familia a su hogar para organizar todo y regresar nuevamente al Camposanto el día de ayer martes, pero esta vez con bloques, cemento y demás materiales necesarios para limpiar la fosa y enterrar nuevamente a su pariente, un trabajo que según denuncia ya había sido pagado anteriormente.

Al volver ese día, la mujer pidió a su esposo que revisara la tumba y constatara si el cuerpo de su padre estaba completo, para su tranquilidad así era, pero su repudio continuaba al ver otras tumbas profanadas y huesos de otros difuntos tirados en la tierra envueltos en sábanas y almohadas.

Quien también estaba en el cementerio presenciando tan vil acto fue Pedro Meza, compadre del difunto, un señor que colaboró con la reestructuración de la tumba, un acto que le causó tristeza porque jamás imaginó que esta situación iba a suceder.

Estar en el Camposanto no lo hacía sentir seguro, le causaba miedo los huecos que se veían por todos lados, la maleza sin cortar en el sitio, parece una selva y los sepulcros y monumentos funerarios abiertos.

Mientras los Meza enterraban nuevamente a su pariente exclamaban que no era justo que en este cementerio sólo se estaba haciendo una remodelación de la fachada y de una capilla velatoria y por dentro el abandono se traga el lugar.

Desesperadamente pedían a las autoridades que se abocaran a este jardín memorial, pedían vigilancia y mantenimiento, estaban cansados de tener que limpiar la basura y escombros que personas desconocidas colocaban encima de aquella fosa de su familiar que fue profanada.

“Los que tengan familia en este cementerio vengan, visiten y revisen porque sus seres queridos los están dejando tirados en el patio”, era lo que con clamor expresaba Franzulys Meza como medida de alerta, para que otras personas no vivieran lo que ella junto a su familia les tocó experimentar.

PAÚL ESTEBAN TREJO | elsiglo