Incluso el ser humano más “peludo” que te hayas encontrado en la vida, tiene poco vello corporal si lo comparamos con otros primates. ¿Qué fue lo que llevó a los seres humanos a convertirse en los únicos “monos” desnudos?

De esto va un estupendo artículo en Smithsonian publicado esta semana. En el mismo, Jason Daley comparte la investigación genética más reciente sobre los factores biológicos que resultan en el vello corporal mínimo de los humanos y su distribución inusual.

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Aunque a lo largo de la historia han existido numerosas hipótesis acerca del “poco” pelo que tenemos en el mundo de los primates, no es hasta ahora que los biólogos están empezando a comprender el mecanismo físico que hace que los humanos sean esos monos desnudos.

De hecho, el último hallazgo ha sido muy reciente y se encuentra en un estudio de Cell Reports sobre el misterio a nivel molecular y genético de los humanos. Su autora principal, Sarah Millar, de la Universidad de Pensilvania, explicaba lo siguiente:

Tenemos el pelo muy largo en el cuero cabelludo y el pelo corto en otras regiones, y no tenemos pelos en las palmas de las manos y en la parte inferior de nuestras muñecas y en las plantas de los pies. Nadie entiende realmente en absoluto cómo surgen estas diferencias.

Al parecer, la clave para el crecimiento del cabello podría estar en una proteína inhibidora llamada Dickkopf 2 o Dkk2, encontrada en algunas especies como los osos polares y conejos. Para averiguarlo, el equipo de Millar comparó ratones en desarrollo normal con un grupo que tenía una mutación que impedía que se produzca la proteína.

Descubrieron que los ratones “mutantes” tenían pelo en zonas donde el resto nunca tenía, lo que proporcionaba más pruebas de que el inhibidor juega un papel en la determinación de quién es peludo y quién no. “Dkk2 parece suficiente para evitar que el cabello crezca, pero no para deshacerse de todos los mecanismos de control. Hay mucho más que ver”, contaba Millar.

Lo cierto es que el alcance de su estudio aún no tiene techo. Imaginen lo que podría ocurrir en futuras investigaciones sobre condiciones como la calvicie o afecciones de la piel.

Ahora bien, la pregunta original sigue sin respuesta, ¿por qué los humanos se convirtieron en monos casi totalmente sin pelo?

Hace unos años, en el 2006, un estudio publicado en Biology Letters descubrió que los primates con cara descubierta y, a veces, las nalgas, también tendían a tener tres conos (células fotosensibles) como los humanos, mientras que los monos de rostro más difuso vivían sus vidas con solo dos conos. Según el documento, los rostros sin pelo y la visión del color parecen ir de la mano.

Una de las propuestas más longevas y populares es la teoría de los simios acuáticos. Se trata de una hipótesis que sugiere que los antepasados ​​humanos vivían en las sabanas de África, recolectando y cazando presas. Sin embargo, durante la estación seca se movían a los oasis y las orillas de los lagos y se adentraban en aguas poco profundas para recolectar alimentos.

Esta hipótesis sugiere por tanto que, dado que el cabello no es un aislante muy bueno en el agua, nuestra especie cambió la mayor parte del pelaje por una capa de grasa. Incluso sugiere que podríamos haber desarrollado el bipedalismo para convertirnos en vadeadores más efectivos, aunque esta idea, que ha existido durante décadas, no ha recibido mucho apoyo de la mayoría de los investigadores.

Una teoría más aceptada es que, cuando los antepasados ​​humanos se mudaron de los fríos bosques a la sabana, necesitaban una mejor termorregulación. La pérdida de todo ese pelaje hizo posible que los homínidos cazaran durante el día en las cálidas praderas sin sobrecalentarse.

Siendo así, el aumento en las glándulas sudoríparas, mucho más que otros primates, también mantuvo a los humanos primitivos en el frío. El desarrollo del fuego y la ropa significaba que los humanos podían mantenerse frescos durante el día y acomodarse durante la noche.

No son ni mucho menos las únicas teorías. Una de las más intrigantes es aquella que postula que los humanos perdieron el pelo en sus caras y parte del pelo alrededor de sus genitales para ayudar con la comunicación emocional, es decir, por vergüenza.

O quizás es una combinación de todas las teorías. Lo que sí tiene claro Millar es que su trabajo puede ser determinante para saber si los humanos son simples monos nadadores, monos sudorosos o primates ruborizados. En cualquier caso, la combinación de la evidencia molecular del nuevo estudio sobre cómo crece el cabello con los rasgos físicos observados en los humanos puede acercarnos como nunca antes a la verdad.