Hay quienes han señalado a la Inteligencia Artificial como uno de los principales riesgos que podría llevar a la extinción de la humanidad, comparando este sistema de tecnología con otros peligros a gran escala, acercándola incluso a las pandemias y la guerra nuclear. Sí, suena o se lee como si se tratara del mismo Apocalipsis, pero tampoco, el propósito es darle rienda suelta a los pensamientos que generalizan los profetas del desastre, que desde una mirada propia de la ciencia ficción viene atacando a esta nueva tecnología.

Pero con cuidado. Si bien es cierto, hay posiciones cargadas, en muchos de los casos, de fanatismo, también existen otras, que no están muy lejos del contexto real, basadas en el uso de la IA; he aquí donde radica el «problema», en el que se ha desviado la atención por los daños que puede provocar a corto plazo.
¿TEMEMOS A LA TECNOLOGÍA?
«Desde que el hombre ha incursionando en la tecnología y los nuevos descubrimientos, dos vertientes han sido expuestas: Una en la que, aferrándose a lo conocido, sostiene que lo nuevo afecta nuestra realidad y salud mental, y otra, que a pesar de los retos que acompañan situaciones desconocidas, permite el aventurarse e incursionar», señala la psicóloga Martha Rodríguez, sobre la rápida evolución de la Inteligencia Artificial y su integración a la vida cotidiana, en el impacto significativo en la salud mental de las personas.
«Ante este hecho, los seres humanos debemos preguntarnos ¿si la humanidad realmente le teme a la tecnología? En los últimos años, el avance tecnológico ha sido vertiginoso. Desde la invención de Internet, por J.C.R Licklider, como una serie de interacciones sociales, descritas a través de una serie de memorandos escritos, y su posterior concretización a finales de 1966, con el desarrollo del concepto de redes informáticas y su plan para ARPANET, publicado en 1967. El surgimiento de las RRSS en el siglo XXI, con plataformas como Facebook y Twitter, herramientas que han ofrecido a las personas una nueva forma de conectar, también se han planteado preocupaciones sobre la privacidad, la desinformación y la fragmentación social», explica la profesional, donde también añade el desarrollo de investigaciones en el hecho tecnológico, como el caso de la «Inteligencia Artificial moderna», cuyo objetivo primordial era lograr que las máquinas aprendan y realicen tareas que antes requerían inteligencia humana.
«Sin embargo, existe un miedo latente en la sociedad hacia estos avances. Este temor puede ser atribuido a varios factores, incluidos la incertidumbre, la desinformación y el escenario de cambio rápido que la tecnología trae consigo», acota.
Para Rodríguez, uno de los principales motivos del miedo hacia los avances tecnológicos, es la falta de comprensión. «A menudo, las personas sienten ansiedad ante lo desconocido. La Inteligencia Artificial, por ejemplo, ha hecho que algunos se pregunten si los robots podrían reemplazar a los humanos en sus trabajos. Esta preocupación es válida, ya que la automatización ha llevado a la eliminación de ciertos empleos, pero al mismo tiempo ha creado nuevas oportunidades laborales en sectores que antes no existían. La educación y la adaptación son clave en esta situación para permitir que las personas se adecuen a un entorno en constante cambio», precisa.
«Además, la desinformación juega un papel crucial en el temor a la tecnología. En una era donde las RRSS difunden noticias rápidamente, es fácil que se propaguen mitos y exageraciones sobre los riesgos tecnológicos. Por ejemplo, historias alarmantes sobre la privacidad en línea y el uso indebido de datos personales han llevado a muchas personas a desconfiar de la tecnología. Otro aspecto significativo es que el miedo esté relacionado con la sensación de pérdida de control».
«Cuando los avances tecnológicos parecen ir más allá de la capacidad humana, al manejar estas implicaciones se genera ansiedad. Sin embargo, es importante recordar que la humanidad ha superado retos tecnológicos en el pasado. La llegada del automóvil y la electricidad también causó temores similares, pero hoy son fundamentales para nuestra vida diaria».
LA NECESIDAD DE VALIDACIÓN
Para Rodríguez, los problemas mentales en usuarios de IA y RRSS, han cobrado relevancia en los debates contemporáneos sobre el bienestar psicológico, siendo indiscutible la conexión entre el uso de tecnologías digitales y la salud mental, pues son múltiples sus efectos adversos, no obstante, es necesario considerar perspectivas diversas y examinar posibles desarrollos futuros en este ámbito.

«En primer lugar, es esencial entender cómo el uso de las RRSS y la IA puede afectar la salud mental. Además, el algoritmo de las plataformas a menudo personaliza el contenido que se muestra a los usuarios. Esto crea un ciclo de refuerzo donde los usuarios son expuestos únicamente a temas que confirman sus propias creencias y emociones. Los problemas mentales como la ansiedad social pueden intensificarse cuando los usuarios sienten que sus experiencias no son validadas ni comprendidas por una comunidad más amplia».
Ahora bien, reflexiona la psicóloga «el papel de la Inteligencia Artificial en este escenario también es significativo. Algunas aplicaciones de IA están diseñadas para ayudar a las personas a gestionar su salud mental. Por ejemplo, Chatbots como Woebot, proporcionan apoyo psicológico en tiempo real. Estas tecnologías pueden ofrecer recursos accesibles, pero también presentan desafíos.
La falta de regulación y la potencial deshumanización del apoyo psicológico son preocupaciones pertinentes. A medida que la IA se convierte en un componente más integral del cuidado de la salud mental, es vital abordar estos problemas éticos».
«En la búsqueda de soluciones, es fundamental fomentar el uso responsable de la tecnología. Esto incluye desarrollar políticas que regulen el contenido y protejan a los usuarios, especialmente a los grupos más vulnerables, como los adolescentes. Educar a los usuarios sobre el uso saludable de las RRSS, permite ayudar a mitigar algunos de los efectos negativos. También es necesario promover la investigación continúa sobre la relación entre tecnología y salud mental, para identificar estrategias eficaces que apoyen el bienestar de los usuarios».
«Algunos profesionales argumentan que la Inteligencia Artificial puede llevar a una mayor eficiencia y mejoras en la calidad de vida. En la atención médica, por ejemplo, la Inteligencia Artificial se utiliza para diagnosticar enfermedades con mayor precisión y rapidez. Esta perspectiva resalta el potencial positivo de la tecnología, sugiriendo que puede hacer la vida más fácil y el trabajo más productivo», puntualiza.
UNA VISIÓN SOCIAL Y EDUCATIVA
«Uno de los retos de los estudiosos de la conducta humana es dar respuesta a cómo los individuos han evolucionado a la par de las tecnologías y de cómo éstas inciden en nuevas formas de comportamiento y de interpretación de la realidad. En este sentido se puede apreciar cómo la IA condiciona el comportamiento y las formas de interacción social; en la actualidad se aprecia como la mayoría de los jóvenes se aíslan frecuentemente omitiendo el contacto social, vital para el desarrollo de lazos afectivos más allá del ámbito del hogar; esta conducta es el resultado, en la mayoría de los casos, de la sustitución de la comunicación directa por los dispositivos tecnológicos», dice con detenimiento el master en conducta, Miguel Ángel Mora Govea.

– Si bien es cierto la tecnología es vital como herramienta para la evolución a manera integral, también tiene una incidencia negativa de no tener un control de su uso, muchas veces indiscriminado por parte de la población joven, un caso evidente se presenta en el ámbito educativo; es acá donde la tecnología ha incidido de tal manera, que los estudiantes actualmente no consultan textos físicos, sino que acuden directamente a realizar consultas digitales mediante portales, lo cual degenera el deber de la investigación sobre un tema o tópico en particular.
Mora Govea pormenoriza que uno de los retos del estudio de la conducta humana es dar respuesta a cómo los individuos han evolucionado a la par de las tecnologías y de cómo éstas inciden en nuevas formas de comportamiento y de interpretación de la realidad, en este sentido «se puede apreciar cómo la IA condiciona el comportamiento y las formas de interacción social».
En cohesión, se hace necesaria una revisión al rol de los padres y los docentes. «Ciertamente la tecnología nos ayuda a mejorar la calidad de vida, pero su uso desmedido afecta gravemente al desarrollo social. A nivel del hogar, se evidencia como los papás – se aprecia repetidamente – dejan que los niños manipulen sin límites los dispositivos celulares con la intención de que se queden tranquilos y no molesten; esto trae como consecuencia alteraciones severas en la conducta, lesiones a nivel visual, limitación del desarrollo cognitivo, y como si fuera poco, dificultades de integración social», subraya el especialista.
LAS CONTRADICCIONES
Mora Govea hace alusión a las contradicciones en ese aspecto, al decir, que en el ámbito educativo se aprecia cómo los docentes en aras de cumplir con su rol de enseñanza emplean métodos y técnicas que no incluyen el uso de las tecnologías, «lo cual es perjudicial para las nuevas generaciones de estudiantes, ya que entran en contrariedades sobre la utilidad común de otros ámbitos de conocimiento».

«Desde los niveles básicos de educación se hace necesario la actualización integral de los programas de estudio, así como también de las competencias de los formadores y por igual de las políticas educativas a nivel nacional. No se podrá tener una sociedad desarrollada sin lineamientos claros. No se trata de prohibir, sino de concientizar en el uso racional de las tecnologías para el beneficio global, no para propiciar individuos sin criterios propios, y peor aún, con fragilidad notoria emocional o ausencia de empatía».
En este punto entra en juego la ética educativa -asevera- porque en la actualidad se ha dejado de un lado, por no decir que se ha perdido, el que se realicen los asuntos, tomando como único punto de partida, el «deber ser». «Es preocupante como los estudiantes desarrollan las asignaciones indicadas por sus docentes, empleando de manera indiscriminada la IA, sin la debida orientación, a tal punto que sólo replican lo encontrado, sin hacer aportes desde su perspectiva sobre lo hallado en los buscadores digitales. Por otro lado, no hacen mención de la fuente original de la información encontrada, no de los servidores web, trayendo como consecuencia un resultado muy negativo, los plagios».
Recalca el especialista, que en el ámbito cultural y social se aprecia que las RRSS permiten la inmediatez y el acceso a la información sin mayor obstáculo, especialmente en jóvenes, en particular entre 9 y 16 años, quienes «adquieran costumbres de culturas cuyos valores no son los propios o adecuados para ellos». «Es así como se aprecia un creciente número de adolescentes siguiendo retos virales, con resultados nefastos, porque algunos han perdido la vida o quedado con secuelas en extremo limitantes, ello en el fiel reflejo de una sociedad mediatizada y a la merced de las redes sociales y al uso indiscriminado de la IA», añade.
«Pero no todo está perdido, el futuro depende de las acciones que tomemos en este momento, de los límites que impongamos desde el hogar, no con la intención de prohibir, sino de hablar y comunicar de manera clara las consecuencias resultantes del uso ilimitado de la IA y de las tecnologías en todos los niveles. Nos queda una responsabilidad enorme, ser custodios del futuro», concluye.
HÉCTOR BRICEÑO |elsiglo