En los últimos meses, el gremio de taxistas del municipio José Félix Ribas ha experimentado una notoria disminución en la demanda de sus servicios, una situación que no sólo impacta sus ingresos diarios, sino que también compromete el mantenimiento de sus unidades vehiculares, afectando la operatividad general de este importante sector del transporte urbano.

José Ortega, taxista con más de doce años de experiencia en las calles de La Victoria, asegura que nunca había vivido una situación económica tan compleja.
«Antes uno podía hacer entre 12 y 13 carreras diarias. Ahora, en un día bueno, apenas logro completar cinco o seis», expresó con evidente preocupación, mientras descansaba unos minutos en una parada medio vacía de pasajeros.
Ortega, al igual que muchos de sus colegas, atribuye esta baja demanda al deterioro del poder adquisitivo de la población. «Las personas están buscando otras formas de trasladarse: caminan más, se organizan entre vecinos, usan bicicletas o simplemente deciden no salir. Todo por ahorrar lo poco que tienen», comentó.
Este cambio en los hábitos de movilidad ha generado una cadena de consecuencias en el gremio, que ahora ve mermados sus ingresos hasta niveles insostenibles.
Más gastos que ingresos
Según explicó Ortega, la tarifa actual de un servicio de taxi en La Victoria es de 280 bolívares, monto que fue recientemente ajustado tras un acuerdo entre las diferentes líneas del municipio.

«Con 250 bolívares, no nos daba ni para cubrir los gastos básicos del carro. Subimos a 280, pero igual la gente lo piensa dos veces antes de montarse», afirmó.
Este reajuste, aunque necesario desde el punto de vista del prestador del servicio, no ha significado una solución real. «Lo que gano apenas alcanza para llevar comida a la casa, pagar la escuela de los muchachos y, cuando se puede, hacerle algo al carro. Pero la verdad, ya ni siquiera tenemos cómo mantener las unidades como antes. Cambiar cauchos, comprar aceite, reparar el aire acondicionado, todo eso es un lujo», lamentó Ortega.
Los taxistas aseguran que muchos de ellos trabajan con lo mínimo para mantener sus carros en condiciones operativas, sacrificando incluso la comodidad que solía caracterizar este servicio.
«No es que no queramos prestar un servicio de calidad, es que simplemente no podemos costearlo. La prioridad es seguir trabajando, aunque sea con lo justo», añadió.
En resumidas cuentas, pese al panorama adverso, el gremio de taxistas no se rinde. Muchos continúan organizados en líneas legalmente constituidas, tratando de sostener los acuerdos de tarifas y ofreciendo un servicio formal que garantice mayor seguridad al usuario.
DANIEL MELLADO | elsiglo
CJL