En los pasillos de los mercados populares y las aceras de las calles más transitadas de La Victoria, municipio Ribas, en el estado Aragua, una tendencia silenciosa pero resistente se mantiene viva: Los productos de limpieza artesanales.

En un contexto de inflación constante y precios inalcanzables para muchas familias, estos productos se han convertido en una alternativa no sólo viable, sino preferida por numerosas amas de casa que buscan mantener el hogar en orden sin desbalancear el presupuesto familiar.
«Con los precios que tienen las marcas reconocidas, una botella de cloro es casi un lujo», comentó Dayana Sanoja, una vendedora de este tipo de productos en el centro de la capital ribense.
Su sitio de labores, cubierto con botellas recicladas, brilla con líquidos amarillos, blancos y verdes: Cloro, desinfectante, jabón líquido, limpiavidrios, y hasta detergente para ropa. Todos elaborados de forma casera, pero con una eficacia, que según ella y muchos de sus clientes, no tiene nada que envidiarle a los de marca.
«Los que más se venden son el cloro y el jabón líquido», aseguró Sanoja. «Porque son versátiles, sirven para lavar, desinfectar, limpiar el baño, fregar los platos. Uno los adapta a lo que necesita».

En efecto, estos productos se han ganado la confianza de la comunidad. Aunque la vendedora confiesa que las ventas han bajado cerca de un 20% en el último año, sigue considerando que el negocio tiene potencial y valor para la comunidad.
«Sigue habiendo gente que prefiere estos productos, porque les rinden y no les vacían el bolsillo.»
Una respuesta práctica
Y es que Venezuela enfrenta una situación económica compleja desde hace más de una década, y las amas de casa lo saben mejor que nadie. El valor del salario mínimo ha perdido peso frente a los altos costos de la canasta básica. Productos de limpieza de marcas comerciales, que antes llenaban las alacenas con facilidad, ahora parecen artículos de lujo. En este escenario, los productos artesanales no son sólo una opción, sino una necesidad.
«Yo misma empecé a hacer jabón líquido en mi casa», comentó Maribel Rodríguez, vecina del sector Las Mercedes. «Aprendí en un taller que hice hace como dos años, y desde entonces no he vuelto a comprar jabón de marca. Me ahorro dinero y me alcanza para limpiar toda la casa».
Historias como la de Maribel se repiten en diferentes sitios del municipio Ribas. En muchos hogares, el ingenio y la autosuficiencia han reemplazado al consumo dependiente de marcas industriales. Aunque algunas personas todavía desconfían de este tipo de productos, la mayoría de quienes los utilizan coinciden en que cumplen con su propósito: limpiar.
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Calidad probada en la práctica
Una de las principales preocupaciones al hablar de productos de limpieza artesanales es su eficacia. Sin embargo, comerciantes y usuarias defienden su rendimiento. «Nosotras seguimos ciertas recetas básicas, con ingredientes como soda cáustica, agua, aceites reciclados, perfumes y eso es suficiente para obtener un producto decente», explicó la vendedora victoriana.
Además aseguran que estos productos se someten en la práctica a una especie de control de calidad comunitario; si no limpian bien, la gente simplemente no vuelve a comprarlos. «Aquí nadie puede engañar a nadie», dijo entre risas un cliente frecuente del comercio de Sanoja. «Si el jabón no hace espuma o si el cloro no blanquea, te lo dicen sin pelos en la lengua».
A pesar de que algunos ingredientes, como los perfumes concentrados o la soda cáustica, han subido de precio, los productores siguen encontrando la forma de ajustar fórmulas y presentaciones para no perder competitividad.
«Se hacen envases más pequeños, o se vende por litros traídos en botellas recicladas. Así se abarata el empaque y se puede ofrecer un buen precio», apuntó.
Un negocio con rostro de mujer
En el municipio Ribas, la mayoría de quienes se dedican a la producción y venta de estos productos son mujeres. Muchas de ellas comenzaron como una forma de generar ingresos extras en el hogar, y con el tiempo convirtieron esa actividad en su principal fuente de sustento.
«Yo antes trabajaba en mi oficina contable, pero cuando empezó la pandemia todo se complicó», contó Ana Karina Silva, productora de desinfectante casero. «Aprendí por YouTube y con la ayuda de una vecina. Hoy tengo mis clientes fijas, y aunque no me hago rica, por lo menos puedo pagar mis cosas sin pedir».
Para muchas mujeres este tipo de microemprendimientos no sólo significan independencia económica, sino también un sentido de comunidad. Se comparten recetas, se ayudan entre sí a conseguir insumos, y hasta se organizan en pequeños grupos para comprar al mayor.
Un futuro esperanzador
Aunque el panorama económico nacional al parecer muestra algunos cambios positivos, el uso de productos artesanales de limpieza en el municipio Ribas demuestra que la creatividad y la organización pueden abrir caminos de resistencia frente a la crisis.
Por ahora, las calles de La Victoria siguen oliendo a cloro casero y a jabón con aroma a pino. Y aunque el mercado no sea fácil, Sanoja y muchas otras mujeres mantienen la fe en su negocio. «Mientras la gente siga necesitando limpiar, aquí estaremos nosotras, con nuestros productos hechos en casa».
DANIEL MELLADO | elsiglo
MG