Durante siglos, la historia ha ocultado el papel de las mujeres en la ciencia o la cultura. Ahora, estudios científicos revelan su verdadero impacto en el ámbito de la ciencia, el arte y la literatura.

El pasado 5 de febrero, mujeres influyentes del mundo de la comunicación, la salud y la cultura se reunieron en un evento especial: la revista Mía celebraba su 40 aniversario y sus 2.000 ediciones, consolidándose como un referente en información y empoderamiento femenino. Durante décadas, la publicación ha acompañado a millones de mujeres con historias inspiradoras, consejos de bienestar y reflexiones sobre la evolución del papel femenino en la sociedad.
En este encuentro, una de las voces destacadas fue la de Sonsoles Ónega, periodista y escritora que ha logrado consolidarse como una de las figuras más influyentes de la actualidad. Con una carrera que abarca desde el periodismo hasta la literatura, Ónega ha sido testigo y protagonista de la transformación del papel de la mujer en la sociedad y la cultura. Durante su intervención, puso el foco en una realidad que persiste: el papel de las mujeres en la historia ha sido sistemáticamente invisibilizado.
Ciencia en la sombra: cuando ellas descubrieron antes que ellos
El olvido sistemático de las mujeres en la historia de la ciencia es más que una cuestión anecdótica. Durante siglos, su participación en disciplinas como la astronomía, la física o la medicina ha sido crucial, pero rara vez reconocida. Un ejemplo icónico es el caso de Rosalind Franklin, la química que proporcionó la famosa “Fotografía 51”, clave para descifrar la estructura del ADN, pero cuyo papel fue opacado por Watson y Crick, quienes recibieron el Nobel en 1962.
El patrón se repite con Lise Meitner, la física que teorizó sobre la fisión nuclear, aunque su colega Otto Hahn fue quien recibió el premio. O con Jocelyn Bell Burnell, que descubrió los púlsares en los años 60 y vio cómo su supervisor se llevaba el reconocimiento.
Un estudio publicado en Social Studies of Science en 1993 documentó cómo, a lo largo de la historia, las mujeres han sido excluidas de los créditos científicos o sus descubrimientos han sido minimizados. En muchos casos, simplemente no se les permitió acceder a laboratorios o universidades, y cuando lo lograban, sus logros quedaban eclipsados por la firma de un hombre.
Incluso en el siglo XXI, la discriminación persiste. Un estudio de 2013 sobre publicaciones científicas encontró que tanto hombres como mujeres consideraban más sólidos los trabajos firmados por autores masculinos, una prueba de que los prejuicios de género siguen afectando la percepción del mérito académico.
El futuro: reescribiendo la historia en clave femenina
El cambio ya está en marcha. Iniciativas como la de Maia Weinstock, que ha impulsado la edición de entradas de Wikipedia sobre mujeres científicas, buscan equilibrar la narrativa. También proyectos como el Premio L’Oréal-UNESCO “For Women in Science”, que desde 1998 ha reconocido a más de 132 mujeres investigadoras, incluyendo a siete que posteriormente ganaron el Nobel.
Sin embargo, aún queda camino por recorrer. Las mujeres representan menos del 35% de los investigadores en ciencia a nivel mundial, y siguen enfrentando barreras de acceso y reconocimiento. En la cultura, aunque su impacto como creadoras y consumidoras es innegable, el sesgo de género sigue afectando la visibilidad de sus logros.
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SG