Un planeta que lee la mente, una esposa que regresa de entre los muertos y un científico atrapado entre la culpa y la memoria: ‘Solaris’ no es solo ciencia ficción, es un viaje filosófico al corazón de lo humano.

Una de las cimas cinematográficas del género es, a la vez, una propuesta compleja y rica en matices y detalles. Como toda la corta, pero influyente obra de su director, el ruso Andréi Tarkovsky, Solaris ha sido diseccionada de todas las maneras posibles, con distintas interpretaciones sobre sus mensajes y su significado.
Conviene aclarar que no es una película fácil: dura casi tres horas, está basada en una novela de Sta nislaw Lem, un escritor tan fascinante como exigente con sus lectores, y su ritmo narrativo es lento, sobre todo para los parámetros del espectador actual.
Un viaje a la mente: el argumento que desafía la realidad
El psicólogo Kris Kelvin es enviado en una misión especial a la estación espacial que orbita el planeta Solaris, en el que se ha producido una serie de incidentes que parecen afectar a la salud mental de toda su tripulación; Kelvin debe determinar si la continuidad de la estación es factible o si la influencia de Solaris, que es en sí mismo un organismo vivo, es excesivamente perjudicial y debe abandonarse su exploración.
Cuando llega a la estación, comprueba que uno de los científicos se ha suicidado y los otros dos parecen estar viviendo algún tipo de alucinación depresiva. No tarda en descubrir los efectos de Solaris sobre la mente, cuando una mañana su esposa, Hari, que se suicidó diez años antes, aparece junto a su cama.
Sabiendo que es una creación del planeta, la expulsa al espacio, pero vuelve a aparecer, esta vez consciente de ser una copia. Es el principio de una serie de encuentros de Kelvin con figuras de su pasado, que coinciden con alteraciones del océano que cubre toda la superficie de Solaris, complementados con conversaciones con Snaut, otro de los científicos de la estación, sobre la vida, la existencia y la mortalidad. Snaut le sugiere, finalmente, que regrese a la Tierra.
La escena siguiente nos muestra a Kelvin de vuelta en la dacha familiar, donde comenzó la película. Su padre, con el que nunca tuvo una relación cercana, está dentro de la casa. Los dos hombres se abrazan. La cámara retrocede, y entonces vemos que la dacha y el campo que la rodea están dentro de una isla que ha surgido en la superficie acuática de Solaris.
Un cine para ver con pausa: el estilo personal de Tarkovsky
Los efectos especiales se limitan a cumplir su función, ya que está claro que a Tarkovsky lo que de verdad le ha atraído de la novela de Lem son los personajes.
Solaris no puede verse de forma apresurada, es imposible, al igual que Guerra y Paz, no puede leerse en un pispás. Fue hecha para ser revisitada y para descubrir cosas nuevas en cada relectura.
Tal vez resulte más atractiva y asequible la versión de Soderbergh, pero esta de 1972, como toda la obra de Tarkovsky, guarda abundantes recompensas para el espectador dispuesto.
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el siglocon informacion de:(muyinteresante)
SG