La gula como pecado capital

En el siglo VI, el papa Gregorio Magno confeccionó una lista con los siete pecados capitales: ira, envidia, gula, avaricia, pereza, soberbia y lujuria. En este artículo te contamos qué papel juegan nuestro cerebro y sus mecanismos neuronales en la gula.

La gula como pecado capital

Comer con desenfreno se ha convertido en una práctica cotidiana común y universal que puede llegar a acarrearnos importantes problemas de salud. Así que cierra la nevera y abre MUY Interesante para descubrir el importante papel que el cerebro y sus mecanismos de control del apetito juegan en la gula.

Este es un pecado que nos obliga a ajustar cuentas con los médicos. Después de todo, acumular lorzas y michelines en nuestro cuerpo acarrea importantes problemas para la salud. La obesidad y el sobrepeso aumentan el riesgo de sufrir diabetes, hipertensión, cáncer de colon y de mama, problemas respiratorios, artrosis, enfermedades hepáticas, cardiopatías e ictus, entre otros males.

La adicción por las comidas procesadas

¿Sabías que una galleta Oreo es tan adictiva para tu cerebro como la cocaína? Por sorprendente que resulte, llevárnosla a la boca activa tantas neuronas en el núcleo accumbens –el centro cerebral del placer– que cuesta horrores no zamparse una tras otra. Y algo parecido sucede con las pizzas, las patatas fritas de bolsa, el chocolate y los helados. ¿Qué tienen todos ellos de especial?

Resulta que los alimentos que encontramos en la naturaleza pueden llevar ingentes cantidades de azúcar o de grasa, pero nunca ambas. Sin embargo, las comidas altamente procesadas sí combinan grasas y carbohidratos. Y es precisamente esta mezcla artificial la que saca al cerebro de sus casillas y logra desatar nuestro lado más glotón, según publicó en 2015 la revista PLOS ONE.

Las grasas en exceso

La cosa se agrava aún más cuando nos atiborramos de grasas. Una dieta rica en manteca, tocino y bollería industrial hace que aumente el número de células de la microglía en la zona del hipotálamo. Resulta que estas células activan una respuesta inflamatoria que nos influye a la hora de llenar el estómago.

Concretamente, un estudio de la Universidad de Washington (EE. UU.) reveló que la inflamación de la microglía puede provocar que comamos un 33 % más; a la vez que reduce en un 12 % la quema de calorías. Como resultado, el aumento de peso se multiplica hasta por cuatro. La buena noticia es que existe un fármaco llamado PLX3977 que actúa sobre estas células inmunes del cerebro y podría poner freno a la voracidad y el sobrepeso en estos casos.

Además, evitando las grasas también combatimos el hastío. La glotonería crónica aumenta el riesgo de sufrir depresión y ansiedad, sobre todo cuando es a costa de engullir comida basura. Según un estudio de 2016, consumir grasas en exceso interfiere en la actividad de la mTOR, enzima que media en la síntesis de proteínas necesarias para crear nuevas conexiones sinápticas. Y eso afecta seriamente a nuestro estado de ánimo. Controlando la gula y librándonos de esos kilos de más, le quitamos un peso de encima a nuestro cerebro.

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SG