El vínculo entre azúcar y arrugas: un proceso invisible que envejece tu piel

Un proceso interno relacionado con el azúcar podría estar acelerando el envejecimiento de tu piel sin que te des cuenta.

El vínculo entre azúcar y arrugas: un proceso invisible que envejece tu piel

Durante años, la lucha contra el envejecimiento se ha centrado en cremas, sérums y tratamientos estéticos de última generación. Sin embargo, la ciencia está dirigiendo su mirada hacia un territorio más profundo —literalmente—: el interior de nuestras células. Y ahí, una palabra empieza a resonar con fuerza en el ámbito de la dermatología y la biogerontología: glicación.

Este proceso, que ocurre de manera natural en el cuerpo, se intensifica cuando hay un exceso de azúcar circulando en la sangre. Lo que sucede es que esas moléculas de glucosa se adhieren a proteínas estructurales como el colágeno y la elastina, fundamentales para mantener la piel firme y elástica. Al hacerlo, generan unas sustancias llamadas productos finales de glicación avanzada, más conocidos por sus siglas en inglés: AGEs.

Los AGEs son responsables de deteriorar esas proteínas, volviéndolas rígidas y quebradizas. El resultado es una piel que pierde flexibilidad, gana flacidez y desarrolla arrugas de manera prematura. Pero esto no es solo una cuestión estética: este fenómeno ha captado la atención de investigadores porque también se relaciona con procesos inflamatorios, oxidación celular y envejecimiento sistémico.

Inflamación, azúcar y envejecimiento

Varios especialistas consultados por medios internacionales han coincidido en un punto clave: el azúcar no actúa solo. Su efecto en el cuerpo se entrelaza con otros procesos como la inflamación crónica, el estrés oxidativo y la resistencia a la insulina, todos ellos factores bien documentados en el campo del envejecimiento.

En palabras de una genetista molecular británica, el exceso de azúcar en sangre puede generar un entorno celular estresante que acelera la senescencia —el estado en el que las células dejan de dividirse y acumulan daño—. Es ahí donde los AGEs encuentran terreno fértil para desplegar sus efectos, tanto en la piel como en otros órganos.

Otra consecuencia señalada por expertos es la formación de radicales libres como respuesta a este estrés interno. Estos compuestos, altamente reactivos, dañan el ADN, las proteínas y las membranas celulares, lo que contribuye al deterioro general de los tejidos y al envejecimiento prematuro.

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el siglo con informacion de:(muyinteresante)
SG