El testimonio de la comunidad y su guía espiritual

José Rafael Peña, músico consejeño, lo resume así: «Aquí no hay quien no tenga un recuerdo con la Virgen. Mi mamá lloraba cuando la sacaban en procesión. Yo toqué por primera vez el cuatro en la misa de aurora. Ahora lo enseño a mis nietos. Eso no se olvida».

El testimonio de la comunidad y su guía espiritual

Por su parte, Alexandra González, quien participa siempre en las festividades, comenta: «Es agotador, pero gratificante. Esta fiesta es nuestra, la sentimos en la piel, es nuestra Madre, nuestra Patrona. Yo no me voy del pueblo, hasta que la Virgen no entra de nuevo a su altar».

La celebración también ha sido motivo de reflexión y orgullo para el párroco de la iglesia Nuestra Señora del Buen Consejo, el Padre Pedro Hurtado, quien destaca el valor profundo de esta festividad.

«La fe del revengueño siempre ha estado muy arraigada. Han sabido ajustarla en el marco de la fe, y más cuando se trata de la Virgen del Buen Consejo. Cada época es una historia, y dentro de esa historia, todos se han sabido compaginar sin cambiar los valores del Reino de los Cielos».

Para el Padre Hurtado, esta fiesta ha sido también una experiencia transformadora: «Ha sido una experiencia bastante bonita y enriquecedora, porque ha visibilizado aún más a El Consejo. Ha demostrado que somos más que una antigua hacienda, somos corazón, fe, amor y mucho más».

Y puntualiza con una frase que define la esencia de esta tradición: «La verdadera tradición también es ver cómo los ciudadanos honran a su patrona».

Sus palabras consolidan la idea de que la celebración, no sólo es una costumbre, sino una vivencia espiritual que moldea la identidad colectiva del pueblo.

Mucho más que una fiesta patronal, una herencia viva

La Virgen del Buen Consejo, no es sólo una imagen religiosa: Es una madre espiritual, una figura histórica, una excusa para el encuentro y una expresión cultural integral. Representa un modo de ser, de pertenecer, de resistir y de celebrar la vida.

Las autoridades locales, dirigidas por el alcalde Daniel Perdomo, o la Gobernación de Aragua, han reconocido este valor al declarar la celebración, como parte esencial del patrimonio del municipio, y al instaurar condecoraciones y sesiones solemnes en honor a la Virgen. Sin embargo, lo más importante no son los decretos,  es el pueblo quien ha mantenido viva esta llama, con su trabajo silencioso, su alegría, su fe.

Desde el campesino que ofrenda flores, hasta la señora que borda los manteles del altar, desde el niño que aprende el Ave María, hasta el cronista que registra todo para que no se olvide, todos forman parte de una trama cultural que es, al mismo tiempo, memoria y futuro.

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DANIEL MELLADO | elsiglo

LG