El lago rojo de Tanzania que ‘momifica’ animales y protege a millones de flamencos

En un rincón remoto del norte de Tanzania, donde el sol castiga con intensidad y el paisaje parece desprovisto de vida, se extiende una superficie tan roja como la sangre que parece haber sido pintada por dioses antiguos. Es el lago Natron, un cuerpo de agua tan hostil que ha llegado a petrificar aves, bañado en sales alcalinas que transforman la biología en arte macabro.

El lago rojo de Tanzania que ‘momifica’ animales y protege a millones de flamencos

Lo que a simple vista podría parecer el escenario de una película de ciencia ficción es, en realidad, uno de los ecosistemas más extremos y a la vez más fascinantes del planeta. Un lugar donde la vida ha encontrado formas insospechadas de persistir, desafiando toda lógica evolutiva. Y no solo persiste: florece.

El rojo que nace de lo invisible

El primer golpe de vista al llegar a Natron es visualmente abrumador. En época seca, sus aguas se tiñen de escarlata o rosa intenso, un fenómeno causado por millones de microorganismos extremófilos —entre ellos la espirulina— que no solo sobreviven, sino que prosperan en condiciones que matarían a la mayoría de las formas de vida terrestre. Estos microorganismos contienen pigmentos que tiñen el agua y, de paso, a los flamencos que se alimentan de ellos.

Sí, los flamencos. Porque si algo resulta aún más insólito que el color del lago, es su función como santuario para una de las especies más icónicas del continente africano: el flamenco menor. Tres de cada cuatro de estos elegantes pájaros rosados nacen aquí, en un hábitat que parece diseñado para repeler a cualquier depredador.

Durante el día, la temperatura del agua puede superar los 60 grados Celsius, y su pH ronda los 10.5, una cifra que rivaliza con la de la lejía. Aun así, las orillas del lago se llenan de miles, millones de flamencos que construyen sus nidos sobre pequeños montículos de barro endurecido por las sales. El calor y la salinidad extrema, lejos de ser una amenaza para sus crías, son una barrera impenetrable para cualquier intruso con malas intenciones.

Este hábitat en apariencia infernal se convierte así en un oasis reproductivo, un ejemplo perfecto de cómo la evolución selecciona los caminos más inverosímiles para asegurar la supervivencia. No hay leones ni chacales aquí. Tampoco humanos, más allá de los intrépidos viajeros o científicos que se atreven a adentrarse en su geografía lunar.

Donde el agua petrifica la muerte

La leyenda del lago que convierte animales en piedra tiene una base real, aunque no mágica. Los cuerpos de aves y otros animales que caen accidentalmente en sus aguas suelen ser recubiertos por minerales que los preservan en un estado asombrosamente intacto. Se secan rápidamente, con las alas extendidas o los ojos abiertos, como si hubieran sido sorprendidos por una maldición de Medusa africana. Estos cadáveres no se disuelven: se conservan como esculturas naturales, como testimonios de un ecosistema que no perdona errores.

A poca distancia del lago se alza el Ol Doinyo Lengai, conocido como “la Montaña de Dios” por el pueblo masái. Este volcán activo, el único del planeta que expulsa lava natrocarbonatita —negra al fluir, blanca al enfriarse— añade un componente casi místico al conjunto. La lava fluye como aceite y se solidifica formando figuras que parecen esculturas fantasmales. Desde su cima se contempla un paisaje que parece no pertenecer a la Tierra.

Este vínculo entre el lago y el volcán no es solo geográfico, sino también biológico: la actividad geotérmica alimenta los manantiales alcalinos que desembocan en Natron, creando el caldo químico perfecto para sus organismos extremos

Una joya ecológica amenazada

A pesar de su apariencia impenetrable, el lago Natron no está a salvo. Las propuestas para construir presas o explotar minerales en la región han provocado alarmas entre biólogos y conservacionistas. Cambios mínimos en la salinidad o en los niveles del agua podrían interrumpir el delicado equilibrio que hace posible el milagro de los flamencos.

Por esta razón, Tanzania declaró el lago Natron sitio Ramsar en 2001, dentro de la lista de humedales de importancia internacional. Pero las amenazas persisten, y con ellas el riesgo de perder uno de los entornos más singulares y desconocidos del planeta.

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SG