Un nuevo cálculo científico revela que cada vez que hablas con un chat impulsado por inteligencia artificial, se evapora más agua de la que imaginas.

Cada vez que escribes una pregunta en un chatbot de inteligencia artificial, como ChatGPT, Gemini o Grok, se pone en marcha una maquinaria invisible, gigantesca y sedienta. No hablamos solo de la electricidad que consumen los enormes servidores donde «vive» la inteligencia artificial, sino de otro recurso mucho más limitado: el agua. Mucha agua. De hecho, según cálculos recientes, usar estos modelos puede llegar a consumir más agua que producir un café con leche.
Puede parecer exagerado, pero es uno de los descubrimientos más impactantes sobre el coste ambiental del auge de la IA generativa. A diferencia de otras tecnologías digitales que ya consumen recursos de forma considerable, la IA multiplica por cien, incluso por mil, la demanda energética de una consulta tradicional en internet. Y no solo eso: con cada petición, se evapora agua suficiente como para llenar una botella de medio litro. Y esto, repetido miles de millones de veces al día, se convierte en un problema mayúsculo.
Una sed que no cesa
Los sistemas de IA, como los basados en modelos de lenguaje a gran escala (LLM, por sus siglas en inglés), requieren inmensos centros de datos para entrenarse y funcionar. Estas instalaciones, que funcionan como cerebros digitales, generan tanto calor durante sus operaciones que necesitan ser enfriadas constantemente para no colapsar. El método más común para ello es la refrigeración mediante agua: se bombea agua fresca a través de los servidores, se calienta con el proceso y luego se evapora en torres de refrigeración.
El resultado es que esta agua, que muchas veces es potable, desaparece del ciclo hidrológico habitual. No vuelve a ríos ni al mar, y su reaparición en forma de lluvia puede tardar hasta un año, y probablemente no caiga en la misma región de donde fue extraída.
Y este detalle importa mucho. Porque muchos de los centros de datos están ubicados en zonas con estrés hídrico: áreas donde el agua ya es escasa, y donde la demanda de las poblaciones locales compite directamente con la de estos gigantes tecnológicos. En algunos municipios de Estados Unidos, como The Dalles (Oregón) o West Des Moines (Iowa), los centros de datos han llegado a consumir hasta una cuarta parte del agua disponible.
¿Hay alternativas?
La industria no es ajena al problema. Algunas empresas están probando sistemas de refrigeración por aire, tecnología de circuito cerrado que reutiliza el agua, o incluso métodos de enfriamiento con líquidos especiales que no se evaporan. También se están explorando algoritmos más eficientes, que requieren menos cálculo, y por lo tanto menos energía y agua.
Pero el ritmo de desarrollo de la IA es tan vertiginoso que los avances en sostenibilidad no logran compensar el aumento en el consumo. El problema, en muchos casos, es más de escala que de tecnología.
Además, el crecimiento exponencial del uso de chatbots y asistentes inteligentes en aplicaciones, buscadores y redes sociales hace que cada vez sea más difícil «optar por no usar IA». Incluso cuando no lo solicitamos, muchos servicios digitales están usando IA en segundo plano, y por tanto, consumiendo recursos en nuestro nombre.
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SG