El mundo descolorido. Algunas personas tienen problemas para percibir correctamente los colores. Su afección aún no tiene cura, pero esta podría hallarse en la terapia génica.

«Confundo el verde con el rojo, el azul con el marrón y los tonos salmón los veo verdes. Cuando voy por la calle de noche es como si viviera dentro de una película en blanco y negro”. Santi Viejo, de 32 años, explica así su daltonismo, una disfunción visual de origen genético que altera la percepción de los colores y recibe el nombre del naturalista y químico británico John Dalton (1766-1844), que sufrió este trastorno. Santi comparte esa condición con unos trescientos millones de personas en el mundo.
Van Gogh, Mark Twain o Paul Newman son casos confirmados de famosos, pero, a diferencia de estos, que tuvieron que convivir con su trastorno toda la vida, Santi pertenece a la primera generación que en las próximas décadas podría recuperar la visión a todo color gracias a la terapia génica.
Genes en la retina
Jay y Maureen Neitz encabezan el equipo de investigadores de las universidades de Washington y de Florida que ha desarrollado una técnica para implantar genes en la parte posterior de la retina. Aquí está el tejido sensible a la luz donde se ubican dos tipos de células: los bastones, que nos permiten distinguir la luz de la oscuridad; y los conos, responsables de la percepción del color. Un defecto genético en estos últimos produce el daltonismo.
Los científicos emplearon un virus seguro, a modo de caballo de Troya, para infectar los conos e introducir en su ADN la secuencia génica correcta, la misma que tienen las personas con una visión normal. Así facilitan que los conos puedan producir opsina, la proteína encargada de fabricar los pigmentos visuales que nos permiten distinguir el rojo del verde.
Dalton y Sam son los nombres de los monos ardilla adultos en los que se hizo el experimento. Estos pequeños primates, conocidos porque un ejemplar de la especie acompañaba a Pippi Calzaslargas en sus aventuras, tienen la peculiaridad de que no distinguen la gama de los rojos y los verdes, como les ocurre a la mayoría de los daltónicos. La manera de comprobar la eficacia de la terapia consistió en someter a las cobayas a un test de colores parecido al que se emplea en las escuelas para que los niños aprendan a diferenciar los diferentes tonos. Lo hicieron antes y después del tratamiento y se verificó que solo eran capaces de superar la prueba tras recibir la terapia génica.
Avance para las personas con problemas oculares
Este trabajo representa un avance clave para los daltónicos y las personas con otros problemas en las retinas, sobre todo porque algunos de estos males oculares de origen genético, afortunadamente poco frecuentes, pueden conducir a la ceguera. Sin embargo, la investigación estadounidense tiene implicaciones que trascienden el campo oftalmológico, porque demuestra que, gracias a la terapia génica, el encéfalo puede adquirir nuevas capacidades sensoriales –los monos originariamente no diferenciaban los distintos tonos y ahora sí–. La plasticidad neuronal, la capacidad del hombre de ser “escultor de su propio cerebro”, como avanzó hace más de un siglo Ramón y Cajal, se confirma ahora en ejemplares de mono ya adultos.
No es ciencia ficción pensar que los daltónicos más jóvenes podrán, en el futuro, disfrutar de toda la gama cromática del arcoíris. Otra cosa es saber cuándo. En los monos ha funcionado muy bien, pero los propios Jay y Maureen Neitz advierten en la web del instituto que lleva su nombre (neitzvision.com) de los retos que afrontan.
El primero tiene que ver con la eficacia: “La terapia génica para el daltonismo rojo-verde puede no funcionar tan bien en los humanos como lo ha hecho en los monos”. La segunda advertencia se refiere a los efectos secundarios de la intervención: “Las inyecciones para introducir los genes pueden provocar irritación o infección, además de los riesgos de desprendimiento permanente de retina y ceguera en el sitio de la inyección”. La última alude a los efectos psicológicos adversos: “Podría haberlos asociados con la repentina posibilidad de ver nuevos colores y aprender a categorizarlos”.
¿Alguna alternativa?
Si la llegada de una solución definitiva se dilata, ¿hay alguna alternativa que facilite la percepción de los colores a las personas con este trastorno? Don MacPherson, el inventor de las gafas correctoras EnChroma, asegura que sí. Los filtros que incorporan sus lentes corrigen la visión de cuatro de cada cinco daltónicos, porque aumentan la saturación de los tonos rojos y verdes, lo que facilita su distinción. Igual que Viagra o Propecia, cuyo efecto contra la disfunción eréctil y la alopecia se descubrió de rebote, McPherson también halló esta finalidad para sus gafas por casualidad.
Buscaba unas lentes que protegieran los ojos de los médicos que operan con cirugía láser, pero un amigo daltónico comprobó al probarlas que, por primera vez en su vida, veía colores que hasta entonces solo había podido imaginar. Las gafas se lanzaron en 2012 pero tardaron años en hacerse populares. Lo hicieron gracias a los vídeos de YouTube que mostraban las emocionadas reacciones de los daltónicos que las probaban por primera vez.
¿Panacea o chasco? El éxito fue tal que al invento de EnChroma le ha salido competencia y han proliferado por todo el mundo las lentes basadas en el mismo principio. No es para menos, las gafas cuestan entre 200 y 400 euros, un suculento negocio para los fabricantes que tiene mucho de operación de márquetin. Santi Viejo probó una de las marcas en un ensayo que se llevó a cabo en la Facultad de Ciencias de Granada. Iba a la prueba con muchas expectativas, “pero el resultado no tuvo nada que ver con lo que aparece en los vídeos de YouTube. Solo percibía con claridad el rojo, me llevé una desilusión muy grande”
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el siglo con informacion de.(muyinteresante)
SG