Bajo el cielo nublado que besa las montañas aragüeñas, la Colonia Tovar despertó este 8 de abril con el repique de campanas de la Iglesia San Martín de Tours. No eran sonidos cualesquiera, eran ecos de 182 años de historia, un legado germánico que se funde con el calor caribeño.

Las celebraciones por el aniversario de este enclave único en Venezuela, fundado en 1843 por inmigrantes alemanes del entonces Gran Ducado de Baden, comenzaron con una Misa de Acción de Gracias, donde se fusionaron el latín litúrgico y el español, mientras las reinas electas durante el reciente festival de aniversario desfilaban con trajes típicos de falda roja y delantal blanco, símbolos de una herencia que se niega a disolverse.

«Aquí honramos a nuestros fundadores; por eso celebramos que generación tras generación hemos convertido esta tierra en un hogar que trasciende fronteras», expresó Katty Kanzler, habitante de la entidad y quien trabaja en fortalecer el sentido de pertenencia en propios y además labora arduamente para difundir las bondades de su «Rincón alemán en Aragua».
Un ritual de la memoria
Tras la misa, una procesión cívica avanzó hacia el busto de Simón Bolívar, donde autoridades locales y regionales depositaron una ofrenda floral.
La diputada Rosa León, con una corona conmemorativa de rosas y gerberas, entre rojas y amarillas, destacó: «Bolívar libertó naciones, pero los colonieros dieron libertad a su cultura cada día ante el paso del tiempo». A su lado, Maritza Mendoza, autoridad única de Turismo, recordó que la Colonia Tovar no es sólo un destino, «es un museo vivo donde hasta las recetas más tradicionales tienen alma de resistencia».
El acto protocolario dio paso a la Sesión Solemne del Concejo Municipal, donde el alcalde Darwin Cáceres impuso la Condecoración «Martín Tovar y Ponte» a cinco custodios de tradiciones locales, desde artesanos de cerámica, hasta docentes que enseñan el dialecto alemán coloniero. Pero la sorpresa fue la creación de la Orden «Emilio Breidenbach Feussner», la cual también fue entregada por el burgomaestre.

Al mediodía, la plaza Bolívar estalló en aplausos cuando 28 caminantes, cubiertos de polvo y sonrisas, llegaron tras recorrer más de 75 kilómetros desde Choroní.
La travesía, iniciada el sábado 5 de abril, replicó la ruta que en el siglo XIX siguieron los primeros colonos para conectarse con la costa.
Entre los expedicionarios estaba María Alejandra Godoy, una joven coloniera, que cargó durante el trayecto una bandera con los colores de Alemania entrelazada con el tricolor criollo: «Fue como llevar a mis antepasados en el hombro. Cada paso era un diálogo con su resiliencia», confesó mientras recibía un reconocimiento de manos del alcalde.
Los caminantes, recibidos con schupfnudeln y café de trigo, compartieron anécdotas de noches durmiendo en tres municipios y madrugadas sorteando neblina, un guiño a las adversidades que enfrentaron los pioneros. «Este no es un homenaje estático, es la historia hecha carne y sudor», resaltó Katty Kanzler, oradora de orden y descendiente directa de los fundadores.
Lo alpino baila al ritmo del arpa
Al caer el sol, la Colonia Tovar desdobló su espíritu dual en la plaza Bolívar, un escenario que reunió a grupos de danzas con sus saltos sincronizados y chalecos bordados; y a cantantes de música venezolana, cuyos ritmos vibraron contra las fachadas de entramado alemán.

Mientras niños correteaban con gorros de lana tejidos al estilo alpino, los puestos de comida ofrecían desde bratwurst (salchichas alemanas), chocolate caliente, galletas tradicionales, hasta los populares platillos de rodilla de cochino.
182 años después, la Colonia Tovar no se conforma con ser un relicario del pasado, es un taller donde se moldea el futuro sin soltar las manos de los ancestros. Entre notas musicales que se mezclan con acordeones y montañas que guardan secretos en alemán y español, este pueblo enseña que la identidad, no es un fósil, sino un río que se alimenta de cada generación.
Como escribió Breidenbach en su diario: «Plantamos raíces aquí, pero dejamos que las ramas inventen su propio cielo». Hoy, esas ramas florecen con la certeza de que ser coloniero no es un origen, es un verbo que se conjuga en presente.
DANIEL MELLADO | elsiglo
MG