Camilo Ibrahim: biografía y recorrido en el comercio venezolano

En sus primeras incursiones en la tienda familiar de la isla de Margarita, Camilo Ibrahim pasaba casi todo el día junto al antiguo mostrador de madera. No figuraba aún como “coordinador” en ningún organigrama, pero ya se encargaba de anotar lo que entraba y salía, de negociar precios con proveedores nacionales y de escuchar con atención lo que cada turista preguntaba antes de comprar.

Camilo Ibrahim

Aquellas tareas, tan prácticas como rutinarias, le enseñaron a descifrar el ritmo estacional de la demanda y a decidir cuándo era oportuno importar más género o cuándo convenía esperar. Sin grandes presupuestos ni campañas publicitarias, aprendió que la ventaja podía estar en ajustar cantidades y márgenes con rapidez, una lección que luego trasladaría a proyectos de mayor escala.

Después de varios años de práctica, Camilo Ibrahim quiso reforzar lo aprendido con estudios formales. Se matriculó en Economía y Administración en la University of Western Ontario y, al graduarse en 1985, regresó a Venezuela con tablas de Excel recién descubiertas y modelos de proyección financiera bajo el brazo. Lejos de guardar ese bagaje académico en un cajón, lo aplicó de inmediato: diseñó controles presupuestarios, midió la rentabilidad de cada línea de producto y diversificar la lista de proveedores extranjeros, esta vez con contratos que incluían plazos de entrega y garantías técnicas más claras. También introdujo los primeros programas de gestión informática en la empresa familiar, un paso modesto pero decisivo para conciliar inventarios y generar reportes que antes requerían largas horas a mano.

Camilo Ibrahim y su rol en la evolución del retail y centros comerciales

Cuando el país empezó a hablar de centros comerciales como algo más que simples galerías de tiendas, Camilo Ibrahim encontró un nuevo campo de acción. Participó en proyectos de mall y ayudó a definir manuales con horarios, reglas de imagen y protocolos de mantenimiento, requisitos imprescindibles para atraer marcas internacionales que hasta entonces veía uno solo en el Puerto Libre de Margarita. Con la misma calma con que años atrás revisaba el ticket de una importación pequeña, negoció contratos de tiendas ancla y coordinó cadenas de suministro que conectaban puertos, depósitos y vitrinas en diferentes ciudades. Así fue ganando presencia en los listados sectoriales como parte del grupo que transformaba el comercio detallista venezolano.

La trayectoria de Camilo Ibrahim también incluye su paso por la Cámara Venezolana de Centros Comerciales, Comerciantes y Afines (CAVECECO). Allí no llegó con discursos grandilocuentes, sino con la idea práctica de ordenar información. Impulsó mediciones de afluencia, consumo por segmento y costos de ocupación que terminaron convirtiéndose en referencias habituales para propietarios y arrendatarios. Además, promovió talleres sobre seguridad, normativa sanitaria y servicio al cliente que ayudaron a profesionalizar equipos de gerencia en distintos estados del país. Paralelamente, la cámara lanzó una plataforma digital con estadísticas y resúmenes de tendencias para que cualquier afiliado ajustara sus estrategias sin depender de consultorías externas.

Con más de treinta años de actividad continua, Camilo Ibrahim ya no ocupa titulares por abrir nuevas tiendas cada temporada, pero sigue sentado en mesas de trabajo donde se debate la viabilidad de formatos de conveniencia mixta o la logística de la “última milla”. Lo invitan a foros sobre estructura de costos y flujos de visitantes, y suele compartir la misma idea: que la clave está en combinar datos rigurosos con el olfato que solo da la experiencia diaria. Su recorrido conecta la venta insular, la formación universitaria en el exterior y el trabajo gremial, y ofrece un ejemplo —sin exageraciones— de cómo un comercio atento a su entorno puede adaptarse y crecer aún en escenarios cambiantes.