Al Este del estado Aragua, el aroma a lociones de menta y el zumbido de máquinas rasuradoras resisten en las barberías del municipio Ribas. Y es que pese a enfrentar una caída del 20% en la demanda de servicios, estos espacios siguen siendo trincheras donde los caballeros reafirman su identidad.

En este sentido, mientras algunos negocios de este índole bajaron sus santamarias, los supervivientes reinventan su oferta, ya no son sólo barberías, son santuarios del cuidado masculino integral, donde la estética se fusiona con terapia emocional.
Kevin Sánchez, barbero del centro de La Victoria, ajusta su navaja, mientras reflexiona: «Hace cinco años teníamos colas de hasta ocho clientes diarios. Hoy quizá atendemos cuatro o cinco, pero hay algo poderoso, quienes vienen no buscan sólo afeitarse y ya, quieren verse con orgullo, proyectar que aún en tiempos difíciles, cuidarse es un acto de dignidad». Su tijera no recorta sólo cabello; recorta también la desesperanza.
La nueva geografía del hombre ribense
El diagnóstico es claro, la crisis económica redujo frecuencias de visita, pero intensificó su significado. Los servicios ahora son «rituales completos de autoestima». Los cortes básicos se consiguen desde 3$ hasta 8$, según complejidad, el arreglo de barba con vapor y aceites entre 2$ y 5$, las mascarillas nutritivas para piel maltratada por estrés desde 1.5$ hasta 3$ y el diseño de cejas que «marquen la mirada» 1$ y 2$.

«Parece vanidad, pero es salud mental», explicó Kevin mientras muestra un frasco de serum capilar. «Hace poco un señor como de 50 años, me dijo: Cuando salgo de aquí, siento que puedo enfrentar la falta de dinero y el desempleo. Eso no tiene precio», puntualizó el barbero.
Sánchez enfatizó además un cambio social que se ha registrado en la actualidad. «Antes, los hombres venían casi obligados. Hoy llegan diciendo: Necesito mantenerme. Rompimos el tabú, ¡claro que necesitan cuidado! Un diseño de cejas no es frivolidad; es higiene. Una barba desarreglada da mala imagen en entrevistas de trabajo y donde esté».

Finalmente, mientras los barberos realizan un «Fade» perfecto en la nuca de los clientes, el espejo devuelve sonrisas. En la pared, un cartel resume el manifiesto tácito de estas barberías resilientes: «Aquí no vendemos cortes. Vendemos seguridad».
DANIEL MELLADO | elsiglo
CJL