Así se imagina la IA los humanos de 3025

¿Cómo será el rostro humano dentro de mil años? Un recorrido visual y científico por las posibles transformaciones de nuestra cara: cráneos más grandes, ojos enormes, mandíbulas finas y orejas prominentes en un mundo digital, urbano y tecnológicamente intervenido.

Así se imagina la IA los humanos de 3025

Imaginemos por un momento cómo será el rostro humano dentro de mil años. No se trata de un ejercicio de ciencia ficción sin base, sino de una proyección fundamentada en tendencias científicas reales: la evolución biológica influida por la tecnología, los cambios ambientales y los hábitos de vida actuales. O esto es lo que nos dice ChatGPT. Con la ayuda de inteligencia artificial, hemos generado una serie de retratos hiperrealistas que representan cómo podrían verse las personas en el año 3025 si la evolución sigue el rumbo que hoy podemos entrever. Aunque no hay certezas, sí podemos hablar de posibilidades razonables según la ciencia.

Este rostro futuro —el que protagoniza la imagen— presenta una serie de características que, lejos de ser arbitrarias, están justificadas por estudios actuales de anatomía evolutiva, neurociencia, biotecnología y hábitos urbanos. A continuación, repasamos cada uno de los rasgos principales, explicando por qué podrían imponerse en las generaciones venideras.

Las ocho «razones» de ChatGPT

1. Cráneo más grande y frente más amplia

El uso intensivo de tecnología y la necesidad de gestionar grandes volúmenes de información abstracta podrían estimular un desarrollo mayor del cerebro, especialmente en las áreas dedicadas al procesamiento visual y cognitivo.

2. Ojos más grandes y almendrados

En un entorno cada vez más dominado por pantallas y espacios cerrados, los ojos tenderían a crecer para captar mejor la luz. Esta adaptación también sería útil en ciudades con alta contaminación lumínica o en contextos laborales digitales.

3. Orejas más grandes y prominentes

Aunque no es un consenso absoluto, algunas teorías sugieren que unas orejas más grandes mejorarían la audición en entornos ruidosos. Además, podrían contribuir a una mejor regulación térmica, como ocurre en algunas especies animales.

4. Mandíbula y mentón más estrechos

Las dietas futuras, basadas en alimentos blandos, requerirían menos fuerza masticatoria. Esta tendencia ya se observa actualmente y podría llevar a una disminución de la musculatura mandibular y del tamaño de los dientes.

5. Piel uniforme y sin vello facial

La modificación genética y los tratamientos estéticos podrían estandarizar una piel más homogénea, resistente a la polución y sin vello visible. También sería una adaptación a la exposición constante a luz artificial y pantallas.

6. Cuello más largo y delgado

La postura prolongada frente a dispositivos y la necesidad de ventilación corporal en climas cálidos podrían alargar y estilizar el cuello, modificando sutilmente la estructura cervical.

7. Ausencia de arrugas faciales visibles

Gracias a la biotecnología y a tratamientos preventivos aplicados desde edades tempranas, las arrugas podrían reducirse drásticamente, especialmente entre quienes tengan acceso a avances en longevidad saludable.

8. Rostro neutro y expresión contenida

En una sociedad hiperconectada donde la comunicación emocional se ha trasladado a lo digital (emojis, avatares, filtros), las expresiones faciales podrían volverse más neutras, reduciendo la movilidad muscular del rostro.

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Las distintas edades del futuro

Para completar esta visión del ser humano del futuro, no basta con imaginar un único rostro. La evolución no afecta igual a un bebé, a un niño o a un anciano. Cada etapa de la vida deja su huella y muestra, a su manera, cómo podrían cambiar nuestros cuerpos y nuestras caras en función de la edad.

Por eso, hemos recreado también cómo serían los rostros humanos dentro de mil años en diferentes momentos vitales. Del bebé de apenas un año al anciano de ochenta, pasando por niños y adultos jóvenes, cada uno de estos perfiles permite observar con más detalle qué rasgos se mantienen a lo largo del tiempo y cuáles se transforman de manera más evidente. Esta es, rostro a rostro, la posible evolución de cada generación futura.

Hombre de 30 años

Este hombre muestra una evolución adaptada al mundo digital y urbano. Sus ojos son grandes y almendrados, optimizados para ambientes con baja iluminación y exposición constante a pantallas. Las orejas son visiblemente más grandes, lo que favorece la captación de sonidos sutiles entre el ruido constante de las ciudades. La mandíbula se ha afinado, reflejo de una dieta más blanda y procesada. Su piel es uniforme y sin vello visible, consecuencia de avances en genética estética y biotecnología. El cráneo ligeramente más grande y la frente amplia sugieren un cerebro con mayor capacidad para procesar información visual y digital.

Mujer de 30 años

El rostro de esta mujer combina delicadeza y funcionalidad evolutiva. Su estructura ósea es más fina, con pómulos marcados pero mandíbula estrecha. Destacan unos ojos inmensos, pensados para captar luz y matices en un mundo dominado por la tecnología visual. Las orejas, de nuevo grandes, apuntan a una posible adaptación relacionada con la acústica urbana y el equilibrio corporal. La piel, lisa y sin imperfecciones, refleja una sociedad que controla genéticamente los rasgos estéticos. Su expresión es neutra, casi serena, característica de un lenguaje emocional más interiorizado y menos dependiente de gestos faciales.

Niña de 10 años

El rostro de esta niña refuerza las mismas tendencias evolutivas, pero con una suavidad aún más marcada. Los ojos son tan grandes que captan inmediatamente la atención, pero también reflejan la necesidad de captar más luz y detalles en entornos interiores. Las orejas son extremadamente prominentes, pero proporcionadas dentro de un contexto evolutivo de eficiencia auditiva. Su rostro delgado, la piel sin defectos y el cabello liso remiten a estándares estéticos intervenidos genéticamente desde edades tempranas. Su expresión es neutra y tranquila, posiblemente un reflejo de una infancia en entornos hiperdigitales y controlados.

Anciana de 80 años

Este rostro anciano muestra cómo, a pesar de los avances, el envejecimiento sigue presente, aunque controlado. Las arrugas son finas y uniformes, fruto de cuidados preventivos más que de genética perfecta. Las orejas, muy grandes y marcadas, evidencian que este rasgo se mantiene en todas las etapas vitales. El cráneo amplio y los ojos grandes permanecen como signos característicos del ser humano del futuro. La expresión de serenidad, casi estoica, refleja un mundo donde las emociones se viven más internamente y los gestos son contenidos. La piel sigue siendo muy uniforme para su edad, indicio de tratamientos avanzados.

Anciano de 80 años

El rostro de este anciano combina rusticidad y tecnología evolutiva. Aunque las arrugas son visibles, están organizadas y distribuidas de manera simétrica y limpia, lo que denota una longevidad más controlada. El cráneo es amplio y despejado, con ojos muy grandes que mantienen su protagonismo incluso en la vejez. Las orejas, claramente agrandadas, conservan su función amplificada. Su expresión es contenida, introspectiva, reflejo de una sociedad menos expresiva y más racionalizada. La piel sigue mostrando cierta firmeza, más de la que cabría esperar en ancianos actuales, por los avances en terapias antienvejecimiento.

Bebé de 1 año

Este bebé del futuro muestra de forma extrema las tendencias evolutivas que ya se intuían en los adultos. Su cráneo es visiblemente más grande en proporción al rostro, anticipando un desarrollo cerebral potente desde los primeros meses de vida. Los ojos son inmensos, oscuros y muy abiertos, optimizados para captar estímulos visuales incluso en entornos poco iluminados o virtuales. Las orejas, de gran tamaño y ligeramente despegadas, confirman que esta característica se ha convertido en estándar desde el nacimiento. La piel es extremadamente uniforme, sin apenas vello, y con una textura casi perfecta, lo que sugiere que las intervenciones genéticas y las biotecnologías preventivas ya actúan desde la gestación o el nacimiento. Su expresión neutra, casi expectante, refleja un bebé acostumbrado a entornos hiperdigitales, donde la estimulación visual supera con creces a la estimulación física o táctil.

EFE

WS