La película que cuestionó nuestra idea del futuro de la humanidad (y nos hizo mirar de otro modo a los monos) marcó un hito no solo en el uso del maquillaje en el cine.

Es exagerado decir que hay películas que se recuerdan por una única escena? El planeta de los simios, sin duda, sería una de ellas. No solo eso, podría afirmarse que es un filme que tiene toda su justificación en el último plano, y que incluso debe verse a partir de este.
No es un final tan sorprendente como parece; muchos espectadores ya sospechaban que ese planeta habitado por simios inteligentes y humanos animalizados era, después de todo, la Tierra, a la que el astronauta Taylor ha regresado después de un viaje que para él ha durado años, y que en realidad han sido milenios.
Pero el impacto de Taylor gritando de rodillas en la playa ante los restos semienterrados de la Estatua de la Libertad ha quedado implantado con igual nitidez en la mente del público y en la historia del cine, que la ha adoptado como una de sus imágenes más reconocibles.
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Puntos Claves
La historia es bastante conocida y no merece la pena resumirla aquí: pero si se repasa la película, aparecen muchas más escenas, aparte de la final, que justifican el éxito que tuvo entre los críticos y los espectadores:
- Los paisajes desérticos –rodados en Utah– donde llegan inicialmente los astronautas; el detalle de la bandera estadounidense que planta uno de ellos y que provoca la risa despreciativa de Taylor.
- La aparición de los humanos aterrorizados y los simios cazadores montados a caballo.
- Presencias tan inquietantes como la del doctor Zaius, el orangután que dirige la ciudad, y que sabe muchas cosas que no revela por lo que él cree que es el bien común.
- La idea de separar la sociedad simia en tres castas: la militar (gorilas), la científica (chimpancés) y la gubernamental y religiosa (orangutanes), y mostrar los roces entre ellas que indican que estos simios inteligentes han podido heredar los aspectos menos edificantes del comportamiento humano.
Basada libremente en un libro
Nada de esto aparece en la novela original, escrita como una sátira social por el francés Pierre Boullé, en la que el mundo de los simios está altamente tecnologizado y hablan un idioma propio, que el astronauta, llamado aquí Ulises Mérou, tiene que aprender.
El director de la película, Franklin J. Schaffner, optó por una sociedad mucho más primitiva –y también menos costosa de reproducir– y por hacer hablar en inglés a los simios, una aparente incongruencia que solo al final se entiende.
El final de la novela es también distinto: el planeta de los simios no es la Tierra, pero el relato de Mérou es encontrado en el espacio por dos astronautas que resultan ser chimpancés, lo que indica que los monos inteligentes se han extendido por todo el universo.
Nuevos Protagonistas
El éxito del largometraje fue tal que propició cuatro continuaciones.
Que el planeta quedara destruido después de la segunda, «Regreso al planeta de los simios» (1970), no fue un inconveniente: la pareja de chimpancés Zira y Cornelius se convirtieron en los nuevos protagonistas, que viajaban al pasado, cuando los humanos aún eran la especie dominante. La cuarta y quinta parte narraban la conquista del planeta por los simios, liderados, en plena paradoja temporal, por César, el hijo de ambos.
EFE
WS