La historia cuenta que en el año 1226, Francisco decide subir con sus hermanos al monte La Verna, para pasar allí los 40 días de ayuno, tal y como lo hizo Cristo en el desierto. Durante esto, Francisco decide alejarse y mantenerse a solas, pues está pasando por un momento difícil en su vida, debido a que la recién instaurada Orden de Frailes pasa por un proceso de división, una gran ruptura entre sus hermanos por una mala interpretación de la regla recién aprobada el 29 de noviembre de 1223.
Francisco teme por la ruptura total de la Orden, es por ello que decide retirarse al monte, para buscar del Señor y entrar en una profunda oración. Según los relatos, Francisco le pide a Fray León que le abra en tres oportunidades el evangelio, en las tres oportunidades que así lo realiza, se topa con la Pasión de Cristo, Francisco interpreta que tras todo el camino tormentoso con sus hermanos, le queda como a Cristo, pasar por el calvario, y decide con los ojos cerrados lanzarse a los brazos de Dios.
También te puede interesar: 800 años de la estigmatización de San Francisco «De las heridas, nueva vida»
Más detalles sobre un acontecimiento inédito en el monte La Verna
En días cercanos a la exaltación de la Santa Cruz, la cual se conmemora el 14 de septiembre, Francisco en un momento de oración tuvo una visión, se le aparece un Serafín de seis alas pero crucificado, en ese momento siente miedo e incertidumbre, pero al mismo tiempo se llena de gozo, por esta hermosa visión. En ese momento, sale de las manos, pies y costado del Serafín unos rayos, que van directo a las manos, pies y costado de Francisco; así pues se trataba de las mismas señales del crucificado, que ahora posee en su cuerpo.
Tomás de Celano, biógrafo de Francisco, relata los detalles de esas señales divinas, agregando que en las palmas de su mano brotaba una carne oscura, comparándola con las cabezas de unos clavos, mientras que por la parte posterior sobresale la punta de unos clavos, los cuales se encuentran adheridos a la piel. En la planta de los pies sucedía exactamente lo mismo, aquello le generaba tanto dolor a Francisco que le impedía mantenerse de pie, pero del mismo modo le generaba un gran gozo, pues se consideraba aquel que ha sido crucificado con Cristo.
LUIS GUZMÁN | elsiglo
MG