El Limón: 37 años de una herida que no cicatriza

Un viernes tranquilo, pero de muchos recuerdos, fue el que vivieron ayer los habitantes de El Limón, cuando se cumplieron 37 años de la tragedia que aún resuena en la memoria de todos los aragüeños.

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El sol brilló este viernes en El Limón, a 37 años de la tragedia


Intensas lluvias provocaron un deslave de grandes proporciones en la zona de El Limón el 6 de septiembre de 1987, arrastrando consigo toneladas de lodo, rocas y troncos, sepultando a su paso casas, vehículos y cobrando la vida de cientos de personas.


El saldo fue devastador, cerca de 250 vidas se perdieron, cientos de familias quedaron destruidas y una comunidad entera quedó marcada por el dolor y la pérdida.


El Parque Los Apamates, un espacio destinado a recreación y el encuentro en familia, se transformó en un camposanto porque allí descansan los restos de decenas de víctimas que fueron arrastradas por la corriente.

El agua se llevó todo, menos la fe

Habitantes de El Paseo, asistieron a una misa en memoria de los fallecidos del 6 de septiembre

En el sector El Paseo, fundado luego de esto, para que los sobrevivientes tuvieran una segunda oportunidad de rehacer sus vidas, la comunidad asistió a misa para agradecer y para recordar a los familiares que ya no están.


El padre Luis Chamberlain, párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Esperanza en El Paseo, fue quien ofició la misa en memoria de los fallecidos e insistió a los presentes para que continúen aferrados a la fe.

La fe ha mantenido de pie a los habitantes de El Limón


La tragedia de El Limón dejó una huella imborrable en la memoria de los aragüeños. Las imágenes de destrucción, de casas sepultadas bajo toneladas de lodo, de personas buscando desesperadamente a sus seres queridos, quedaron grabadas para siempre en el imaginario colectivo.


Este evento marcó un antes y un después en la historia del estado. Desde entonces, Aragua ha sido azotada por otros desastres naturales, como las inundaciones en El Limón en 2020 y las tragedias de Las Tejerías y El Castaño en 2022. Sin embargo, es la tragedia de 1987 la que sigue siendo considerada la más impactante.

Una herida abierta

A pesar del paso de los años, la herida de El Limón sigue abierta. Los sobrevivientes llevan consigo el dolor de la pérdida y la angustia de haber vivido un evento tan traumático. Pero también se ha convertido en un día para reflexionar sobre la relación del hombre con el medio ambiente.


En el caso de Ernesto Viloria, residente de El Limón, desde hace 77 años, recuerda con tristeza la tragedia de 1987, cuando «una avalancha» inundó su hogar y causó terror en la comunidad, pero también señaló que a pesar de este terrible momento, hubo solidaridad de personas de todos los estados de Venezuela e indiscutiblemente, de los aragüeño.

Ernesto Viloria


«Fue una tarde muy desagradable porque estaba en el parque de Los Apamates, paseando con mi familia y una perrita que teníamos y corrí duro a agarrar a la perrita cuando vino la avalancha, logré rescatarla y corrimos duro a nuestra casa en Tejerías pero estaba todo inundado», relató Viloria.


Este sobreviviente, señaló también que recuerda con claridad que en el sector El Progreso la gente se subía encima de las platabandas.


«Duramos muchos días transitando ese terreno mojado, recuerdo todo eso, pantanos, llantos, eso se quedó grabado en mi mente», precisó.


«Pero la parte que nos dio más esperanza fue ver a tanta gente de todas partes viniendo a ayudar; no estaban obligados a hacerlo, pero personas de todo el país vinieron a empantanarse ahí junto con los que estábamos aquí», continuó diciendo.


El consejo de Viloria para las generaciones futuras es no construir casas cerca de ríos y quebradas, ya que la naturaleza puede ser impredecible. Como adventista, enfatiza la necesidad de estar preparados para las adversidades y reconocer el peligro en el entorno.


«Nosotros en Venezuela somos muy porfiados en ese aspecto y se repiten las tragedias, no solo en Aragua, recientemente lo vimos en Cumanacoa, al oriente del país. Cualquier persona que está por ahí sin habitación consigue un espacio cerca de un río y ahí hace su vivienda, sin tomar en consideración que las aguas suelen buscar de nuevo su cauce», acotó.


«Cada día se agravan más los problemas y eso no es raro porque lo dicen las sagradas escrituras, que tenemos que soportar, pero tenemos que prepararnos, esto significa que tenemos que entender dónde está el peligro, dónde está la maldad, dónde está el pecado», concluyó Viloria.

De la TV a la realidad

La historia de Marco Pacheco, fue muy peculiar, ya que, aunque se encontraba en su casa de El Limón se enteró de la tragedia por televisión. Al salir, vio cómo el agua bajaba en grandes corrientes y se encontró con piedras enormes.


«Ese día estaba lloviendo, entonces, yo le digo a mi gente que era mejor quedarse en la casa y después de un rato, prendo el televisor y escucho que estaban hablando de una tragedia aquí y yo incrédulo pero asustado salí corriendo hasta la avenida y vi el chorrerón de agua que venía», explicó el hombre.

Marco Pacheco


Pacheco, caminó por algunas zonas devastadas y comentó que recuerda haber visto muchas piedras gigantes y muchos escombros y barro.


Luego de esta experiencia vivida, su recomendación para las nuevas generaciones es no arrojar basura en ríos y quebradas, ya que esto puede causar represamiento y desbordamientos peligrosos.

¡Que Dios nos ampare!

Por su parte, Alfredo Gutiérrez relata una experiencia traumática con el desbordamiento del río El Limón, porque fue testigo de como se perdieron vidas y propiedades. Describe el horror de ver casas caer y el estruendo del agua que quedó grabado en su memoria y pide a Dios que eventos similares no se repitan.


«De verdad que la palabra tragedia encierra todo lo que sucedió, porque se perdieron vidas, casas, fue horrible, increíble, solo le pido a Dios que eso no vuelva a suceder más nunca porque hubo mucha pérdida. Eso de verdad que no se le borra a uno de la mente jamás», expresó Gutiérrez.


En este sentido, aclaró que su residencia está ubicada en Caña de Azúcar, pero vivieron muy de cerca los acontecimientos de aquel 6 de septiembre.


«El agua se llevaba todo lo que estaba a su paso. Había animales, bombonas de gas. La gente tiene que estar atenta porque a veces hay colchones, lavadoras, desperdicios allí en los ríos y las quebradas, los padres tienen que encargarse de criar a sus hijos y darle buenos consejos para levantar una sociedad ordenada», acotó Gutiérrez.


También hizo un llamado de atención a las autoridades gubernamentales para que tomen como prioridad el tema del aseo urbano y la limpieza de los ríos, caños y quebradas.


«Lo que pasó aquí hace 37 años, dicen algunas personas que ocurre cada 50 años, pero prefiero aferrarme a Dios y pedirle de corazón que eso no ocurra más», finalizó.


La tragedia de El Limón es un recordatorio de que la naturaleza puede ser implacable, pero también fue un ejemplo de hermandad entre venezolanos y un llamado de atención para proteger los espacios naturales.

CHIQUINQUIRÁ RIVERO | elsiglo

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