¿La fantasía y ciencia ficción es el nuevo futuro escolar?

A pesar de que se cree que la lectura es un hábito arraigado en la sociedad, se puede comprobar que se trata de todo lo contrario, ya que muchas personas se ven «forzadas» a iniciarse en la lectura mediante lo que conocemos como las lecturas escolares.

¿La fantasía y ciencia ficción es el nuevo futuro escolar?

Por tanto, estas lecturas tienden a ser tediosas y poco entretenidas para un niño o joven que está teniendo su primera experiencia con la lectura y lo que busca es una aventura literaria, tomando en cuenta que la idea principal de asignar libros clásicos a los programas educativos es fomentar un hábito en los estudiantes, fomentando así el pensamiento crítico, la retentiva y las demás procesos.

Es por esto, que se considera que el 54% de los jóvenes no les gusta leer y lo hacen por obligación, según reseñaron algunos estudios, limitando estas lecturas sólo a los textos escolares, ubicando a la lectura en la quinta posición del entretenimiento.

Esto se debe en parte a que a los jóvenes de hoy en día están buscando contenido mucho más rápido, que es lo que se brinda en las redes sociales, y otra gran parte es porque «asumen» que no les gusta la lectura, debido a que el primer encuentro con la misma ha sido una obligación escolar.

En la actualidad, las escuelas se enfrentan al desafío de adaptar sus lecturas escolares a los intereses y necesidades de los estudiantes, especialmente en los niveles de bachillerato y primaria. Tradicionalmente, libros clásicos como la Ilíada, la Odisea o Doña Bárbara son parte fundamental del currículo educativo, pero es necesario considerar un cambio que promueva un mayor interés y curiosidad en los jóvenes lectores.

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De los clásicos a la fantasía

La literatura de fantasía y ciencia ficción ha demostrado ser una poderosa herramienta para despertar la creatividad, la imaginación y el amor por la lectura en los jóvenes. Libros como Harry Potter o El Señor de los Anillos ofrecen mundos fantásticos y emocionantes que enganchan a los lectores y los invitan a sumergirse en historias llenas de aventura y magia, incluso, libros con otros géneros que no sean fantasiosos, dependiendo de los gustos de los estudiantes o el propósito de la clase.

La Odisea de Homero.

En una entrevista con la psicóloga Marifé Morales, expresó que «cuando les vamos a crear el hábito de la lectura a adolescentes o estudiantes de bachillerato, en este caso utilizar lecturas tan complejas, no nos van a ayudar a que ellos generen ese hábito y esa constancia para poder culminar las lecturas que comienzan».

Además añadió que una de las cosas que se deben implementar es elegir lecturas que estén acorde para sus edades, para el contexto estudiantil, pero que también les genere una curiosidad.

Es importante reconocer que los clásicos literarios tienen un valor incalculable en la formación académica de los estudiantes, ya que nos conectan con la historia, la cultura y la literatura de diferentes épocas. Sin embargo, es fundamental encontrar un equilibrio entre los clásicos y las lecturas contemporáneas que realmente conecten con los intereses y la realidad de los jóvenes.

Opciones de lectura

Por ello, se propone la implementación de un enfoque más flexible en el diseño de los programas de lectura escolar, que permita incluir una variedad de libros que abarquen diferentes géneros y estilos literarios. Los clásicos podrían seguir siendo parte importante del currículum, pero complementados con libros de fantasía y ciencia ficción que realmente cautiven a los estudiantes y les motiven a leer de forma voluntaria y entusiasta. Ofrecer una gama diversa de lecturas en distintos momentos y acordes a la edad y madurez de los estudiantes puede contribuir significativamente a fomentar el hábito de la lectura y a cultivar mentes críticas y creativas.

Este cambio en las lecturas escolares no sólo beneficiaría a los jóvenes lectores, sino que también enriquecería su experiencia educativa y les prepararía para afrontar los desafíos del mundo moderno de manera más amplia y reflexiva.

ALEJANDRA BUITRAGO | elsiglo

MG