Entre las imponentes montañas de la región andina, se esconden las leyendas más extraordinarias.
Allí, donde la neblina es más densa, donde la fauna y la flora viven libremente, existe «El Salvaje», un ser mitológico que desde tiempos inmemoriales aterra a los habitantes de los andes trujillanos.
Una criatura que según cuentan las historias, rapta a las mujeres, construye cabañas y come a veces carne humana. Cazarlo es motivo de recompensa y símbolo de heroicidad.
Pero ¿Quién es El Salvaje? Porque si la historia es contada solo por el cazador, «la bestia» siempre será el villano.
Empecemos otra vez…
Allí, entre las montañas, donde la neblina es más densa, donde la fauna y la flora viven libremente, existe el oso frontino.
Justamente, el creador, le otorgó un antifaz para que todos supieran que era un superhéroe, el guardián de los andes venezolanos.
También te puede interesar: El oso frontino no se rinde
Más detalles sobre el guardián de los andes
Su timidez le impidió ser muy sociable, pero a veces se para sobre sus dos patas traseras, para mostrarle al hombre que está de su lado. Qué iba a pensar que ese acto tan noble les generaría tanto miedo a los pobladores.
Así ha vivido esta criatura tan incomprendida, acorralado en la profundidad de un bosque cada día más reducido, temblando ante la idea de que el hombre, ahora convertido en la verdadera bestia, quiera arrebatarle su piel o usarlo como trofeo.
Sin embargo, todos los días, va construyendo fuentes de vida para que ese mismo hombre pueda seguir habitando este planeta, mitigando los efectos adversos del cambio climático que este ya venía provocando.
Un trabajo agotador, para conservar su casita, su hábitat también fragmentado por la intervención del humano al cual sigue perdonando.
Pero, los años pasan y la conciencia llega, cuentan las historias que hay noches llenas de estrellas en las que en sueños, el hombre y el oso se dan la mano, conversan amistosamente y al parecer, se entienden.
En algún momento, la conciencia llega y aun cuando parece tarde, existe la luz de una esperanza que no cesa y que, desde la reconciliación, puede hacer grandes cosas por el planeta. La buena noticia es que la cacería de oso ya no es una gran proeza como en el siglo pasado, pero el trabajo de conservación sigue construyendo puentes para la supervivencia de esta especie, hoy en peligro de extinción.
Es así como llega cada día el mensaje a los niños de Venezuela, cuidar al oso andino, es defender la vida en el planeta en el que coexistimos.
CHIQUINQUIRÁ RIVERO | elsiglo
MG