Maracay, cuna de grandes historias de espanto y brinco

A pesar de ser una ciudad moderna y vibrante, Maracay guarda en sus calles y callejones una abundante tradición de leyendas de espanto y brinco, historias que se han mantenido en el tiempo y de acuerdo a testimonios, continúan aterrorizando a los ciudadanos, especialmente en las noches oscuras, cuando la imaginación se vuelve más vivida.

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En pleno siglo XXI, las historias de ultratumba siguen vivas en la Ciudad Jardín gracias a sus habitantes, quienes aseguran haber experimentado fenómenos paranormales, como escuchar ruidos extraños, ver sombras o sentir presencias, haciendo que las personas que viven estas experiencias «echen el cuento» con fervor, a pesar del poco interés de las nuevas generaciones que han puesto su atención en otros asuntos, dejando a un lado las costumbres y tradiciones.

Entre las leyendas más populares se encuentran la del fantasma de la Torre Sindoni, una figura espectral que se aparece en las noches en los alrededores de dicho lugar, así como el taxista de la plaza Bolívar, quien acecha a esas almas que deambulan por la ciudad.

Otros cuentos del imaginario colectivo son el de La Llorona, El Silbón, La Sayona y el Hachador Perdido, personajes que siempre han sido leyendas, pero que al día de hoy muy poco lo comentan.

El silbón acecha en las noches oscuras

¡Susto… El Silbón aún sale en la ciudad!

Ángel Luis, un joven de tan sólo 19 años, estudiante de Ingeniería en una reconocida universidad ubicada en la carretera Nacional Maracay- Mariara, tuvo hace pocos años un encuentro cercano con aquel espanto que llaman «El Silbón». El joven dedicado a su casa y estudios, esperaba con ansias las pequeñas vacaciones para alejarse un poco y desestresarse de todo el vía crucis que implicaba trasladarse a su sitio de estudios.

Con la escasez del combustible en pleno apogeo y los apagones a flor de piel, las unidades de transporte colectivo cada día se hacían más pesadas, por lo que le tocaba, en ocasiones, caminar para regresar a su residencia en el centro de Maracay. En un día un poco lluvioso, casi a final de curso, Ángel Luis tenía la responsabilidad de entregar un trabajo escrito, el cual el profesor a cargo le había asignado, por lo que tomó sus cosas y se acercó hasta la institución para cumplir con su deber.

Siendo las 6:00 de la tarde, el docente informó a sus estudiantes, los cuales esperaban su llegada para la entrega de la asignación pendiente, que su vehículo tuvo un desperfecto mecánico, por lo que demoraría en llegar un par de horas más. Los chicos esperaron con ansias la llegada del profesor, quien llegó pasadas las 8:00 de la noche.

Las oscuras calles de Maracay guardan secretos de ultratumba

Tras entregar su trabajo, Ángel Luis miró su reloj y pensó que era un poco tarde para conseguir camioneta, así que decidió caminar por la oscura vía llena de vegetación, pues sólo era una cuadra llanera hasta llegar a la avenida principal, que en ese momento se encontraba alumbrada, y se sentía más seguro para transitar.

El joven miró hacia ambos lados de la vía y no observó movimiento de vehículos, por lo que inició su rumbo por la oscura carretera donde algunos relámpagos alumbraban sus apurados pasos por momentos. A mitad de camino se orilló para orinar y entre la maleza se movió algo y no dudó en preguntar: -¿Quién anda por ahí?-, exclamando mientras sacaba su teléfono del bolsillo para encender su linterna.

Curioso divisaba a ver si observaba algo, pero fue en vano. Siguió su camino y al dar unos cuantos pasos una fuerte brisa le heló la piel y un fino silbido comenzó a escucharse muy cerca del lugar. Ángel Luis apuró su paso y el camino se le hacía eterno, los nervios comenzaron a atacarlo, sabía que ese silbido era de El Silbón.

Tembloroso se hizo la cruz y siguió caminando mientras comenzó a ver como algunos árboles se movían bruscamente. El silbido se hacía cada vez más lejos y a toda velocidad salió corriendo, susurrando oraciones hasta que tropezó y ya en el suelo vio la silueta de un hombre muy alto y ensombrerado que estaba parado entre los árboles, con gran valor se levantó y corrió hasta llegar a la entrada de la base militar donde habían estacionados algunos vehículos.

Al llegar, las personas lo abordaron y más calmado, el muchacho contó lo que había vivido esa oscura noche. Tras varios años de aquella experiencia de ultratumba, Ángel Luis aún tiene miedo de pasar a altas horas de la noche por ese lugar, por lo que prefiere tomar otros rumbos.

Esta historia la relató el joven al equipo de redacción de elsiglo, quien al día de hoy ya está graduado y tratando de olvidar aquel amargo susto.

El «taxista de la muerte» también es parte de los misterios maracayeros

La leyenda de «El Silbón»

Cuenta la leyenda, que en la zona de los Llanos venezolanos vivía un joven muy decente en una linda casa con su adorable esposa.

Un día, luego de llegar de trabajar, el joven descubre a su papá golpeando violentamente a su esposa. Éste le indica que pare de inmediato.

El padre, sin mostrar un ápice de arrepentimiento, le dice a su hijo que la mujer merecía ese castigo. El joven se molesta y se va de golpes con su progenitor.

En el suelo, el muchacho agarra un palo y lo presiona contra el cuello de su padre, con mucha fuerza. Lo suelta al darse cuenta de que su progenitor ya no respiraba.

En ese momento llega su abuelo y ve lo sucedido. Como castigo, amarra al muchacho en un árbol y le da varios latigazos. Luego, en las heridas le echó picante, suelta al chico y a unos perros hambrientos que tenían encerrados.

El joven salió corriendo y se perdió entre el follaje. Sólo se escuchaba el silbido que emitía para saber si los perros estaban cerca de él. 

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