La introducción en Europa del Sistema Métrico Decimal no fue fácil y necesitó de una revolución y mucho tiempo para que sucediera. Pero incluso hoy día, los países anglosajones siguen reacios al cambio. En esta nota te contamos quién inventó el la cinta métrica o metro.
La historia comienza en el siglo XVII en el país del que menos lo esperaríamos, Inglaterra. Fue entonces cuando el pastor anglicano y uno de los fundadores de la Royal Society John Wilkins abogó por un sistema decimal de unidades. Por aquella época Europa era un galimatías de formas de medir, incluso dentro de los propios países. Así, en España existía la yugada, que era la cantidad de tierra que araba una pareja de bueyes desde que sale el Sol hasta que se pone.
Wilkins pensó que debían sustituirse medidas tan arbitrarias y complejas por un sistema de medidas racional, único y basado en la mejor ciencia disponible. Así, definió la unidad de distancia como la longitud de un péndulo que tuviera un semiperiodo igual a un segundo, lo que es una medida sorprendentemente cercana a nuestro metro, 994 mm. Para Wilkins lo realmente importante de este tipo de definiciones era que cualquier persona, estuviera donde estuviera, podría duplicar la misma unidad de medida de referencia (salvo por las sutiles variaciones locales del campo gravitatorio terrestre). Pero su idea cayó en saco roto porque para cambiar una tradición se necesita una revolución.
Cambio y revolución
Eso fue lo que propició la Revolución Francesa. Eran los tiempos de la razón, y en la destrucción de los últimos vestigios feudales la ciencia jugó un papel relevante. Todos los gobiernos revolucionarios reconocieron su importancia y le dispensaron prebendas. Algunos científicos fueron ardorosos republicanos y desempeñaron cargos importantes dentro del nuevo orden, mientras que otros, como el gran químico Antoine Lavoisier, a pesar de que al principio colaboraron plenamente, su vinculación al antiguo régimen les convirtió en carne de guillotina.
En la construcción de la nueva sociedad los científicos cargaron sobre sus hombros parte del cambio de la obsoleta maquinaria del estado y de la educación: en palabras del matemático Condorcet, hacer algo “para toda la gente, para todo el tiempo”. Su primera medida fue la reforma de la educación: se fundó la École Normale Supérieure, la École de Médecine y la École Polytechnique, faro y guía de lo que acabaría siendo la enseñanza científica y los institutos de investigación. La segunda, reformar el sistema de unidades de pesos y medidas con la implantación del sistema métrico decimal, realizado en 1799.
La decimalización de las medidas
La reorganización de la forma de pesar y medir se hizo a la Wilkins, buscando un sistema definido de forma matemática y lógica olvidando la tradición o la autoridad, y la mejor opción eran utilizar una escala decimal en donde las diferentes escalas (como metro, decímetro, centímetro) se relacionarían entre sí usando prefijos decimales. Napoleón continuó esta idea e introdujo un sistema de mesures usuelles donde las unidades tradicionales francesas se redondearon a cantidades métricas; por ejemplo la libra de peso se redondeó a 500 gramos.
La derrota de Napoleón y el regreso de un cierto tradicionalismo congelaron el cambio, pero no lo detuvo. El nuevo sistema métrico volvió, a pesar de las insinuaciones de la sociedad, quejosa por tener que abandonar unas medidas que habían estado con ella desde siempre.
Tratado del metro
A mediados del siglo XIX Francia fue completamente ‘decimalizada’, y a finales de ese mismo siglo ya se había convertido en el sistema de medidas para casi toda Europa continental, que lo usaba en los negocios y en la ciencia. El éxito fue tal que en mayo de 1875 17 países de todo el mundo, incluido EE UU, se adhirieron al Tratado del Metro, con el que establecían una autoridad mundial en metrología, la Oficina Internacional de Pesas y Medidas con sede en París.
A pesar de este consenso internacional Gran Bretaña no estaba por la labor. Primero, porque el nuevo sistema había sido creado por sus archienemigos, los franceses, y segundo porque estaba claro que el Imperio Británico, la potencia mundial en aquel momento, no iba a abandonar su nuevo estándar de medida, el ‘sistema imperial’, por mucho que lo dijera la comunidad internacional.
También te puede interesar: ¿Quién inventó los anteojos?
En 1965 el gobierno tuvo que ceder a las presiones del tejido industrial, pues le resultaba insostenible tener que usar unas medidas para el comercio interior y otras para el exterior, aunque fue en la década de 1970 cuando empezó a introducirse en la vida cotidiana de los ingleses. Y lo está haciendo muy lentamente pues todavía hoy siguen usando sus libras, galones y millas imperiales.
FG