Un bar ofrece un ring para pelear a cambio de bebidas

Una mezcla de focos potentes y farolas callejeras iluminan una salvaje pelea clandestina entre dos hombres furiosos y descamisados, alentados por una multitud junto a un paso a desnivel de Bangkok. En la capital de este país, conocido por su escena de artes marciales, luchadores aficionados se encuentran regularmente para intercambiar sangre y moratones en el clandestino “Fight Club Thailand”.

FOTO:CORTESÍA

Aunque el duelo parece un combate de boxeo especialmente frenético, el decorado –rodeado de contenedores de mercancías en un barrio pobre cercano al puerto– está lejos de los deslumbrantes estadios del muay thai, el boxeo tailandés. “Aquí no necesitas saber cómo luchar. Solo necesitas corazón y eso es todo”, dice el cofundador de este club, Chana Worasart, de 30 años, a la AFP.

Fundó el club en 2016, parcialmente inspirado por la película de culto “El club de la pelea” (Fight Club, 1999), protagonizada por Brad Pitt y Edward Norton, para permitir a los luchadores poner a prueba sus habilidades o, simplemente, dar rienda suelta a su agresividad. “Creo que la popularidad responde a la variedad de ocupaciones y estilos de combate, que son diferentes a los estilos en el ring profesional”, afirma.

Este es el encanto para el contendiente de 23 años Surathat Sakulchue, propietario de una tienda de alimentación. “Es bastante distinto” de las peleas tradicionales, dice a la AFP, que espera repartir (y recibir) golpes usando sus cuatro extremidades. Además, “luchar con contenedores rodeándonos es divertido y excitante”.

Las autoridades fueron alertadas en 2016 de estos combates, que pueden vulnerar la Ley de Boxeo tailandesa y pueden ser castigados con penas de un año de cárcel y multas de hasta 600 dólares. Entonces apareció una pequeña presencia policial, pero las peleas continuaron adelante.

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Los responsables del club aseguran que su actividad no se rige por la Ley de Boxeo y su cofundador Chana afirma que el grupo está aprobado por la administración provincial. “No me opongo a la idea de convertir estas peleas en legales y autorizadas. Pero al mismo tiempo, no podemos perder la identidad clandestina, así que la pregunta es: ¿Dónde está el equilibrio?”, argumenta.

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