Uno de las imágenes que siempre sorprende a las personas y que además causan risa, es como los gatos logran hacer ciertas maniobras con una agilidad formidable, pero una peculiaridad de los felinos que siempre llama la atención es cómo analizan ciertos lugares sumamente pequeños para meterse en ellos.
Los gatos
La razón por la que los gatos sienten especial predilección por los espacios pequeños para tumbarse es muy sencilla: por seguridad física y psicológica. Les resulta tranquilizador tener control sobre todo el espacio, y cuanto más reducido sea este, menos riesgo hay a que les sorprenda un depredador, real o imaginario, que aparezca por cualquier ángulo. Puede parecer, bajo nuestro criterio, una conducta un poco paranoica de nuestros queridos animales de compañía, pero responde a un instinto heredado desde sus orígenes salvajes y los felinos, incluso tras milenios de domesticación, practican sus habilidades de caza y supervivencia en el salón de nuestras casas.
En el 2021, recogíamos el resultado de un estudio acerca de que nuestros gatos domésticos también caen en la denominada ilusión de Kanizsa y eligen sentarse en ‘cajas’ invisibles siempre que se hayan puesto marcas en el suelo que representan un cuadrado.
¿Por qué pueden entrar sin daño en huecos pequeños?
Lo que les permite esta elasticidad es su clavícula, que se encuentra unida al resto del cuerpo por músculos, no por hueso, al contrario que en otras especies, incluida la nuestra. Se denomina clavícula flotante y gracias a que no está fusionada al esqueleto, pueden encogerse y extenderse sin causarse ningún daño. Por lo que, por pequeño que para nosotros sea el hueco o recipiente, los gatos pueden estrechar los hombros, y el límite de su maleabilidad lo marca la medida de la cabeza, sin contar las orejas, formadas por una placa cartilaginosa flexible. Y siempre que no tengan sobrepeso, por supuesto, y la circunferencia abdominal actúe de obstáculo.
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Se añaden a esta clavícula flotante otras características anatómicas singulares como la amortiguación que les brindan los discos entre las vértebras, que son excepcionalmente más elásticos que los de otros animales y les convierten en pequeños acróbatas. Es una de las razones por la que pueden rotar su columna vertebral hasta 180 grados y minimizar el impacto de sus articulaciones al realizar un gran salto. Para poner en perspectiva, los humanos podemos rotar nuestro torso o nuestras caderas unos 90 grados hacia la izquierda o a la derecha. Esto no elimina el riesgo a graves lesiones o muerte por precipitaciones desde alturas demasiado grandes, y el conocido como síndrome del gato paracaidista.
Todas estas cualidades les proporcionan ventajas en la persecución y la caza para que puedan saltar, trepar, introducirse en lugares muy estrechos o cambiar de dirección bruscamente durante una captura.