Empleadas domésticas kenianas acampan ante su consulado para huir del Líbano

Unas 35 trabajadoras domésticas kenianas permanecen desde hace diez días a las puertas de su consulado en Beirut desesperadas por dejar atrás un país sumido en una grave crisis económica, en muchos casos después de haber huido de casas en las que no recibían salario o de ser abandonadas en la calle por sus empleadores.

“Duermen aquí, comen aquí y hacen todo aquí”, explicó este viernes una inmigrante keniana que pidió ser identificada con el nombre ficticio de Jessica para proteger su identidad, mientras señala a un puñado de pequeñas maletas que se amontonan dentro del portal de la delegación diplomática.

Fuera del edificio, ubicado en un barrio de la capital libanesa entre cafeterías a rebosar de clientes, están tendidas a secar un par de toallas junto a algunos paquetes con botellas de agua y dos fuentes con comida.

Cuando Jessica llegó al país mediterráneo hace cuatro años todo estaba “bien”, pero a finales de 2019 estalló en él una de las peores crisis económicas de la historia reciente, causando  devaluación del 95 % en la moneda local y una fuerte escasez de electricidad, combustible y medicinas.

Ella misma se quiere ir debido a la situación, pero por ahora va al consulado solamente para “apoyar” a sus “hermanas”: “A veces no tienen comida, tengo que venir a traerles desayuno o alimentos”, explicó, consciente de que su larga estancia en la nación le facilita las cosas al menos un poco.

“Estas son nuevas, algunas chicas llevan dos o tres meses en el Líbano. Pero también nuestro país tiene que parar a los agentes que traen a las muchachas a sufrir aquí”, lamentó la trabajadora, de 35 años.

Viajan ajenas a la realidad que las espera, y que hoy buscan dejar atrás a toda costa sin contar con medios económicos para hacerlo.

Según el relato de Jessica, los “agentes” trasladan cada vez a una veintena de ellas, las alojan en una habitación y las van entregando a los empleadores conforme a la demanda, en muchos casos solo para que sean devueltas un par de semanas después sin haber cobrado nada.

Las mujeres pagan entre 200 y 300 dólares a estas mafias, que se quedan además con su primer salario completo.

Varias de las kenianas acampadas ante el consulado trabajaban sin sueldo y sin ser recompensadas ni siquiera con un plato de comida, por lo que protagonizaron una huida doble: primero a instalaciones de la ONG Cáritas en el Líbano y, de ahí, a buscar ayuda en su legación diplomática.

“A Cáritas vas simplemente a quedarte allí, no sabes cuándo vas a poder viajar y no sabes lo que está pasando porque no tienes teléfono”, afirmó la empleada del hogar.

Otras de estas chicas fueron directamente “arrojadas aquí en la carretera, sin salario, sin ropa, sin nada”, agregó mirando al asfalto frente al edificio consular, que asevera no ha vuelto a abrir sus puertas desde que ellas llegaron la semana pasada.

Unos 250.000 trabajadores inmigrantes residen actualmente en el Líbano, en su mayoría mujeres procedentes de África o Asia, según estimaciones oficiales.

Excluidas de las leyes locales de protección del trabajador, estas personas se rigen por el controvertido sistema de patrocinio “kafala”, que las deja a merced de sus empleadores y especialmente vulnerables en momentos en que casi el 80 % de la población vive ya en la pobreza.

EFE