“Un lugar llamado Dignidad” lleva la memoria chilena al festival de Tallin

El cineasta Matías Rojas (Santiago de Chile, 1984) todavía recuerda la impresión que le produjo el restaurante de Colonia Dignidad, un asentamiento alemán fundado en Chile en 1961, cuando fue un día a comer con sus padres siendo un niño.

Dignidad
FOTO: REFERENCIAL

“Algunos de los colonos que trabajaban allí tenían unas caras que provocaron mucho impacto en mí: expresaban profunda tristeza y desolación”, cuenta el director de cine a EFE. “Esa imagen a los doce años nunca se me borró”.

Rojas creció escuchando sobre los escándalos de pederastia y torturas que rodeaban a Colonia Dignidad cuando el velo de secretos que la dictadura de Pinochet había tejido para ocultarlo cayó, despertando en el joven cineasta un interés en este episodio de la historia de su país que ha plasmado ahora en su nueva película.

“Un lugar llamado Dignidad”, el segundo largometraje de ficción de Rojas, se estrena el día 22 de noviembre en la competición oficial del Festival Black Nights de Tallin, culminando así un proyecto que nació en el año 2014.

“Estamos muy felices de poder estrenar la película allá y de poder mostrarla a un público que no está tan acostumbrado al cine latino. Es una buena oportunidad para abrir las puertas del cine latino y hablado en español al público de Europa del Norte”, afirma el cineasta.

La cinta cuenta la historia de Pablo, un niño de clase humilde que obtiene una beca para estudiar en la escuela de la colonia y que se convierte en uno de los favoritos del jerarca del asentamiento, Paul Schäfer, un siniestro personaje real, exnazi, que años después seria condenado por la justicia chilena por abusos sexuales a menores de edad.

COLONIA DIGNIDAD

En Colonia Dignidad, posteriormente llamada Villa Baviera, unas 300 personas que siguieron a Schäfer de Alemania a Chile fueron sometidas a trabajos forzados, castigos y manipulación mental, a lo que se suman los abusos sexuales cometidos contra menores.

El asentamiento sirvió además de centro de torturas de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA); la policía secreta del dictador chileno Augusto Pinochet, y se estima que más de cien opositores al régimen fueron asesinados en el recinto y constan todavía hoy como desaparecidos

A través de los ojos de Pablo; el espectador va adentrándose en el hermetismo que rodea la colonia, una secta regida por el miedo y el escarnio público, en el que los colonos se infligen castigos físicos convencidos de que han sido poseídos por el diablo y las enfermeras tienen que robar libros de biología censurados para descubrir cómo concebir un hijo.

LA VISTA ATRÁS

“La perspectiva de mi infancia se mezcla con la perspectiva de este niño, en el sentido de plantearle al espectador una visita por este lugar, sin contar toda la historia, para que desde ese punto de vista se generen reflexiones y preguntas”; explica Rojas.

“Es una película que quiere plantear preguntas más que dar respuestas sobre lo que ocurrió o no ocurrió en Colonia Dignidad”; añade el director y guionista del filme.

“Un lugar llamado Dignidad” invita a echar la vista atrás sobre este episodio oscuro; recordando que la colonia todavía sigue activa y en funcionamiento en el país.

Rojas insiste en el interés que ha tenido siempre como cineasta en la cuestión de la memoria; abogando por “generar una revisión y una mirada hacia los capítulos de nuestra historia reciente; en Chile y en otros países, para así plantear una reflexión desde lo emocional”.

“Colonia Dignidad es una herida reciente de mi país que todavía no cicatriza y que es muy importante exponerla desde un punto de vista no solo documental o informativo; sino también a partir del arte y la ficción para generar un punto de reflexión”, opina el director de cine.

UNA PELÍCULA MUY INTERNACIONAL

Las dificultades para encontrar financiación en Chile llevaron al equipo a buscar apoyos en otros países, haciendo de “Un lugar llamado Dignidad” una coproducción alemana; francesa, argentina y colombiana, además de chilena.

El director asegura que esta pluralidad; no solo financiera sino también de talentos, otorgó al filme un punto de vista internacional sobre la temática y sobre la industria.

“Siento que ha sido una película aprendizaje -o película escuela, como lo llamo yo-; porque no solo me desarrollé aún más como guionista y director; sino que también entendí mucho lo que tiene que ver con la perspectiva internacional del cine”, cuenta Rojas.

El cineasta está convencido de que esto ha contribuido a que las oportunidades de reflexión que propone esta película sean transversales y capaces de cruzar las fronteras de Chile y Latinoamérica.

“Cuando tratamos temáticas que tienen relación con hechos históricos es interesante entender cómo los otros países se comienzan a relacionar también con sus propios hechos históricos y con sus heridas y sus cicatrices al ver las cicatrices de otros países”; defiende el director.

Rojas espera ahora que esta perspectiva internacional le acompañe para conectar con el público estonio en las noches negras del cine de Tallin.

EFE