La muerte de dos ejemplares de foca monje podría ser la punta del iceberg de la totalidad de vidas que cobra el Toxoplasma godii en los océanos.
Una madre embarazada fue encontrada sin vida en las costas de Oahu, en Hawaii. Junto a ella, el cadáver de su compañera. Después de que los cuerpos fueron trasladados a un laboratorio para ser analizados, los científicos concordaron en que la causa de muerte era la misma: una infección letal de toxoplasmosis. Ambos ejemplares de foca habían contraído la enfermedad como consecuencia de la contaminación de los mares, y ninguna había sobrevivido para contarlo.
Las muertes de mayo
El incidente se registró en mayo. Los dos cadáveres encontrados pertenecían a ejemplares de una especie muy poco común de foca, conocida como monje (Monachus monachus). A partir de la necropsia, los veterinarios que atendieron el caso fueron terminantes al decir que la infección posiblemente provenía de la actividad humana. Una de las víctimas todavía ni siquiera había salido del viente materno, pero ya estaba infectada.
De entre dos y tres metros de longitud, estos animales llegan a pesar hasta 300 kilos. Con un cuerpo robusto, tienen un hocico alargado que emerge de una cabeza redondeada. A diferencia de otras especies en las que la toxoplasmosis no es letal, parece ser que esta enfermedad sí tiene consecuencias fatales para estos animales marinos.
El parásito se instala en el cerebro, y generalmente se aloja en los intestinos de los felinos domésticos. A la hora de defecar, es común que Toxoplasma godii salga también en las heces. El contacto con el material fecal infectado es un foco de contagio importante, tanto para animales como para seres humanos. Una vez en el organismo, según la cobertura de National Geographic, ataca directamente el sistema nervioso central.
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