No obstante, los expertos creen que a una profundidad de entre 350 y 446 metros en el pozo hay «un bloqueo» de unos 1.300 metros cúbicos y 70 toneladas, lo que se suma al amasijo de cables, tuberías y conductos de ventilación dejado por el estallido y a los riesgos de inundaciones subterráneas.
Las últimas estimaciones son que las tareas de perforación del principal canal de rescate tomen 15 días o más.
Un total de 22 mineros quedaron atrapados hace doce días tras la explosión en este complejo en construcción de la provincia oriental de Shandong, de los que 10 se mantienen con vida y comunicándose con los rescatadores; otro se encontraría en otra galería pero sin comunicación, y por el momento otros diez permanecen desaparecido.
La undécima persona del grupo de supervivientes comunicados ha sido dada por muerta tras dejar de mostrar signos vitales días después de quedar inconsciente por las heridas que la explosión le había causado en la cabeza.
Las autoridades han hecho llegar teléfonos, mantas y comida equivalente a 2.200 kilocalorías al día a través de varios conductos y, aunque el estado de ocho de ellos ha mejorado, los otros dos manifiestan malestar físico.
Hasta ayer se habían desplegado 17 equipos de rescate y otro de bomberos, con un total de 629 personas y más de 400 máquinas involucradas en las tareas.
La dificultad de las tareas de rescate también se debe a que los encargados de la mina no informaron a las autoridades hasta 30 horas después de producirse, algo que ha supuesto la detención de varias personas, la destitución de los dos máximos responsables políticos de la zona y la apertura de una investigación oficial al respecto.
Las explotaciones mineras chinas, especialmente las de carbón -principal fuente de energía del país-, registran una alta siniestralidad, aunque en los últimos años el número de accidentes mortales se ha reducido significativamente.