Las muertes por terrorismo descendieron en 2019 por quinto año consecutivo (un 15 % respecto al ejercicio anterior), si bien existen «riesgos emergentes» en el mundo como el mayor repunte de atentados ultraderechistas en medio siglo, según el Índice Global de Terrorismo divulgado este miércoles.
Este estudio anual, realizado en 163 países por el Instituto de Economía y Paz (IPE), revela que desde 2014 el número de decesos por causas terroristas ha bajado un 59 %, hasta 13.826, y que los conflictos siguen siendo los principales impulsores de dichas acciones.
De hecho, más del 96 % de esas muertes se produjo en 2019 en países donde se libraban conflictos.
Steve Killelea, autor del informe y director ejecutivo del IPE, afirma a Efe que «en líneas generales» la panorámica que arroja este ránking es «buena».
Durante el año pasado, 63 países registraron al menos una muerte por atentado y el mayor incremento se dio en Burkina Faso, donde los fallecimientos por esta causa subieron en un 590 por ciento, mientras que Sri Lanka, Mozambique, Mali y Níger vivieron deterioros sustanciales.
Los diez Estados con el mayor impacto por terrorismo fueron Afganistán, Irak, Nigeria, Siria, Somalia, el Yemen, Pakistán, la India, República Democrática del Congo y Filipinas.
Por segundo año consecutivo el sur de Asia fue la región más afectada por este fenómeno, mientras que Centroamérica y el Caribe registraron el impacto más bajo.
ORIENTE MEDIO Y NORTE DE ÁFRICA, CON LA MAYOR MEJORA A NIVEL REGIONAL
Oriente Medio y Norte de África (MENA) registró la mayor mejora a nivel regional en terrorismo por segundo año consecutivo, con el número de muertes más bajo desde 2003 por este motivo.
Killelea señala que, al entrar en la nueva década, emergen nuevas «amenazas de terrorismo» y cita como las dos «principales preocupaciones» el «aumento de la extrema derecha en Occidente», con grupos de simpatizantes como los «nazis, supremacistas blancos u otras agrupaciones fascistas», y el yihadista Estado Islámico (EI), que se ha desplazado al África subsahariana.
En opinión de este experto, para terminar con esas influencias es necesario «romper su cobertura mediática y redes sociales, alterar sus fondos de financiación y rebajar el número de simpatizantes».
En 2019, los talibanes fueron el grupo terrorista más mortífero, si bien las defunciones atribuidas a ese grupo disminuyeron en un 18 %.
También decayeron la fuerza y la influencia del Estado Islámico y, por primera vez, fue responsable de menos de un millar de muertes en un año.
Sin embargo, pese al declive en la actividad de EI en Oriente Medio y África del Norte, sus afiliados siguen activos por el mundo y veintisiete países vivieron un atentado atribuido a ellos.
Por su parte, el África subsahariana es la zona más afectada, con siete de diez países que registraron las mayores subidas en muertes por terrorismo en la región.
MÁS TERRORISMO ULTRADERECHISTA EN OCCIDENTE
En cuanto a Norteamérica, Europea Occidental y Oceanía, el informe detecta un incremento de la amenaza del terrorismo de ultraderecha en los últimos cinco años.
En esas regiones, los incidentes de ese tipo subieron un 250 % entre 2014 y 2019, y el año pasado 89 decesos estuvieron relacionados con terroristas de ultraderecha.
En ese índice de los 163 países más afectados por el terrorismo, encabezado por Afganistán, España baja cuatro puestos y se posiciona en el 63, al haberse tenido en cuenta su situación en los últimos cinco años.
Con relación a la actual pandemia de la COVID-19, el documento observa que se ha detectado un declive en los incidentes y muertes por terrorismo en la mayoría de regiones del mundo, según datos preliminares, pero alerta de que presentará previsiblemente nuevos desafíos.
Thomas Morgan, investigador del IPE, declara a Efe que, «a corto plazo, el impacto de la crisis del coronavirus en la lucha antiterrorista se ha traducido en un declive de los niveles de terrorismo», pero, advierte, «a largo plazo sus efectos podrían ser potencialmente devastadores».
Ello se debe, explica, a factores como la «incertidumbre económica extrema y la volatilidad de la economía», que podrían derivar en un repunte de los niveles de terrorismo, «si bien es algo difícil de predecir».