Tradición del Nazareno de San Pablo nació por una pandemia

El Nazareno de San Pablo es una advocación de Jesucristo que se venera en todo el país, aunque la manisfestación más emblemática es en la basílica de Santa Teresa de la ciudad de Caracas, Venezuela.

Curiosamente su nombre, hacia el Nazareno de San Pablo, cuenta la historia que fue llevado a Caracas, recibiendo veneración primeramente en la iglesia de san Pablo ermitaño, y de ahí viene su nombre. En el año 1696, azotó la ciudad una epidemia de peste del vómito negro o escorbuto, y por la devoción popular hacia la imagen, fue sacada en rogativa.

Durante la procesión pasó por un huerto cercano a su templo, sembrado de limoneros, y un racimo de limones quedó enredado entre la corona de espinas del nazareno, cayendo algunos al suelo. Los devotos los recogieron, dándolos como medicina a los enfermos, quienes sanaron prontamente.

Esta es una obra escultórica del siglo XVII atribuida al escultor Felipe de Ribas, que fue tallada en Sevilla en madera de pino de Flandes, y representa a Jesucristo cargando la cruz, contemplando por tanto la séptima estación1​ del Viacrucis. Realiza su estación de penitencia el día de Miércoles Santo en una procesión que dura entre tres y cuatro horas.

Muchos son los venezolanos que hacen una especie de pago de promesa, esta pudiera ser por cuestiones de salud y negocio, siempre y cuando la fe acompañe a los feligreses.

Sin embargo, el mundo este año celebra la semana mayor o semana santa desde sus hogares completamente, ya que el planeta esta pasando por una pandemia, llamada Covid-19, la cual se originó en China hace aproximadamente dos meses. Este virus ha recorrido el mundo entero dejando desenas de muertos y a las poblaciones en cuarentena total.

El vaticano en conjunto con el Papa Francisco, ya días antes de estos acontecimientos de gravedad habría presentido que la Semana Mayor, se vería desde los hogares del mundo sin feligreses en los temblos.

Venezuela, es uno de los países que mayor devoción le tiene al Nazareno de San Pablo, y es que no hay lugar en la nación que se vista de morado, ponga su vela morada o pague su promesa.

CARLA CASSIANI | elsiglo