Los avances tecnológicos en los últimos 20 años

Solo habían pasado cuatro días del año 2000 cuando The Wired, una de las revistas de tecnología más antiguas e influyentes, publicó un análisis sobre las previsiones para el nuevo siglo.

“El hombre promedio tendrá control sobre ciertas máquinas privadas propias como su carro o computador personal, pero el de los grandes sistemas estará en manos de una pequeña élite”, escribió Bill Joy, uno de los creadores del popular lenguaje de programación Java. Sin mencionar el smartphone, Joy estaba prediciendo lo que hoy se ve en la cotidianidad: personas controlando su celular de forma personalizada, pero usando, en la mayoría de casos, las aplicaciones de un pequeño grupo de gigantes tecnológicas.

Los avances en este campo en los últimos 20 años han modificado los comportamientos de las personas porque, explica el consultor en transformación digital Santiago Villegas, a partir de 2000 nació el concepto de “cultura digital”, que tiene unos principios que, precisa él, han sido el pilar de los desarrollos de este siglo y que van de la mano del auge de Internet.

El primero es el de la transparencia radical, que hace que los usuarios compartan cada vez más momentos de su vida y al mismo tiempo exijan privacidad por parte de las compañías que prestan estos servicios.

El segundo es el de ubicuidad, que tiene que ver con cómo las empresas quieren estar en el momento y lugar donde el usuario los necesita. Esto ha revolucionado el marketing. La personalización extrema es el tercero de los principios de la cultura digital. Es la idea de la individualidad, los algoritmos y encontrar productos y servicios hechos cada vez más a la medida y a los gustos del usuario.

¿le suena Uber, Airbnb o Rappi? Estas aplicaciones, que tuvieron su auge en la segunda década, cumplen el principio de la desintermediación. Consiste en eliminar personas de la cadena de un negocio y entrar en la economía colaborativa, en la que se comparte un carro, una casa y hasta el tiempo libre con un desconocido.

Finalmente, está la economía de la reputación, que tuvo su auge gracias a Internet, en la que los usuarios pueden calificar los servicios y determinar qué es lo más visto y escuchado de acuerdo con sus datos de consumo. Ya no son solamente las grandes firmas consultoras quienes tienen la última palabra.