¿Te pondrías un chip en la piel?

Si algo ha demostrado el tsunami digital que ha empezado a arrasar con todos los procesos industriales tradicionales desde hace tiempo es que el futuro no está escrito. Que cambia con gran celeridad, pero que es necesario adaptarse con cintura ante el riesgo de quedarse fuera. Es avanzar o morir.

Los teléfonos móviles conectados a internet, los «smartphones», han alterado radicalmente los hábitos de los ciudadanos en una década. Convertidos en una prolongación de nuestros cuerpos, cristalizados en herramientas indispensables, son un bien irrenunciable. La industria de la innovación, sin embargo, lleva traccionando desde hace tiempo para encontrar otro dispositivo electrónico que sea el centro de la vida digital.

Un punto de inflexión que nunca llega, porque la evolución hacia el llamado «Internet de las Cosas» queda todavía lejos de tener una adopción masiva. Mientras tanto, la ciencia y la tecnología se dan de la mano para adentrarse a otro estadio de la evolución, un transhumanismo que aspira a transformar la condición humana a partir del desarrollo y fabricación de tecnologías que mejoren sus capacidades. Cyborgs, interfaces cerebrales, chips conectados a nuestros cuerpos sirven en bandeja esa ensoñación de la que parece estar realmente cerca.

Realidad o ficción, un 20% de los españoles estaría dispuesto a implantarse un chip en el cuerpo para sustituir al «smartphone» y sus principales funciones, según un reciente estudio elaborado por la aseguradora Línea Directa. Una oportunidad para que esas características presentes en los dispositivos actuales se puedan ejecutar mediante otro tipo de interacciones como los movimientos corporales o, sencillamente, al menos en la práctica, por los pensamientos.

Este informe pone de relieve que el almacenamiento de datos (46%), disponer de una cámara integrada (31%) y contar con un GPS (27%) son las funcionalidades preferidas que desearían poder abrazar para olvidarse del engorroso móvil.