Grigori Rasputín y el arte de la manipulación

No es sólo uno de los personajes más turbios y maquiavélicos de la Historia rusa, sino también un icono universal del arte de la manipulación, el complot y la maquinación. Lo cierto es que Grigori Rasputín es figura histórica y mito en partes iguales. Por Roberto Piorno

 

Nacido en 1869 en el seno de una familia campesina de Siberia, Grigori Yefímovich Rasputín apenas asistió a la escuela. Era semianalfabeto y, sin embargo, desde niño generó una extraordinaria fascinación en todos los que lo rodeaban; sus vecinos decían que poseía poderes sobrenaturales.

En cualquier caso no estaba hecho para una vida corriente y convencional y, tras un fallido intento de hacerse monje ingresando en el Monasterio de Verjoturie, en los Urales, contrajo matrimonio con Praskovia Fiódorovna recién cumplidos los 19 años. El inquieto Grigori Rasputín, con todo, no tardó en dejar atrás a su esposa y a los tres hijos resultantes de su relación con ella para recorrer el mundo, viajando por Grecia, Medio Oriente y Tierra Santa.

Un curandero en la corte de los milagros

Regresó a Rusia, vía San Petersburgo, en 1903. Se presentó en la capital como un místico de renombre, poseedor de extraordinarios poderes curativos, y logró embaucar al mismísimo zar Nicolás y muy especialmente a su esposa Aleksandra.

Desesperados por la enfermedad del pequeño Alekséi, que padecía hemofilia, decidieron fiar la sanación de su hijo al enigmático Rasputín. Lo cierto es que Alekséi mejoró en las semanas sucesivas y, naturalmente, la zarina asumió que el “milagro” se debía a los sabios cuidados del recién llegado.

Desde entonces se estableció un vínculo irrompible entre Aleksandra y Grigori Rasputín, sobre cuya naturaleza se han vertido ríos de tinta.

Quizá fueran amantes, pero lo cierto es que, en contra de lo que tradicionalmente se asumió como cierto durante mucho tiempo a saber, que Rasputín era un amante excepcional y que las mujeres se rendían ante sus artes amatorias, recientes estudios sugieren que en realidad era importante.

Influencia perniciosa

Sea como fuere, el “sanador” de Alekséi se hizo un hueco en la corte y, a partir de 1906, fue una de las compañías más habituales del Zar y de su esposa. Este extraño vínculo no hizo ningún favor a la familia real, desprestigiando aún más si cabe a Nicolás y su esposa por su empeño en cultivar los lazos con un personaje tan excéntrico y oscuro.

Se ha exagerado hasta la saciedad la influencia política ejercida por Rasputín sobre el propio zar, pero lo cierto es que a partir de 1915, con Nicolás ausente de la corte tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, el “monje” ejerció una gran influencia sobre Aleksandra, a cargo de facto de las responsabilidades de gobierno. Se convirtió en su consejero más próximo, maniobrando para deponer a ministros y oficiales que no eran de su gusto.

Aleksandra daba cada vez más y más protagonismo a Rasputín, por lo que, en la noche del 29 de diciembre de 1916, un grupo de conspiradores, entre los que se encontraba el primo del zar Dmitri Pávlovich, envenenó al consejero en el transcurso de una cena.

El brebaje no surtió el efecto deseado, por lo que lo remataron a tiros y arrojaron luego su cuerpo al río Neva.

¿El don de la profecía?

De Rasputín se decía que tenía capacidad para leer las mentes y, por supuesto, que era un curandero excepcional, pero es igualmente célebre por sus profecías. Muy especialmente por la última, realizada antes de su muerte en una misiva enviada al zar, en la que vaticinaba que, en caso de ser asesinado por oficiales del gobierno, toda la familia real sería asesinada por el pueblo ruso.

La profecía se hizo realidad quince meses después. Esta supuesta capacidad para leer el porvenir ha sido, como tantos otros aspectos de su vida, inflada y distorsionada generando toda clase de leyendas urbanas, que apuntan a la existencia de documentos secretos que obran en poder del KGB en los cuales el siniestro Grigori Rasputín habría anunciado numerosos eventos históricos universales del último siglo.

En su testamento, el “monje” predijo el estallido de la Revolución rusa, pero no era necesario ser profeta para ello a tenor de la situación política y social del país en el momento de su muerte. También mencionaba a continuación la llegada del Anticristo o la destrucción total del pueblo ruso, entre otras pintorescas predicciones que no se cumplieron.