Pluviofobia (miedo a la lluvia)

Muchas personas disfrutan de la lluvia, pero otras la temen de un modo irracional.

La pluviofobia, también conocida como ombrofobia, es el miedo persistente e intenso a las lluvias y a los eventos relacionados con estas (truenos, relámpagos, etc.). Se trata de fobia específica a un estímulo medioambiental, que puede estar causas por diversos factores.

En este artículo veremos qué es la pluviofobia, cuáles son algunas de sus principales características y qué estrategias pueden servir para tratarla.

Pluviofobia: miedo persistente a la lluvia

La palabra pluviofobia se compone del adjetivo “pluvial”, que significa “relativo a la lluvia” (viene del latín “pluvialis”), y de la palabra “fobia”, que viene del griego “fobos” y significa miedo.

Así pues, la pluviofobia es el miedo persistente e intenso a la lluvia y aquellos elementos que se relacionan. Se trata de un temor que se puede presentar durante la infancia, aunque también puede ocurrir en la adolescencia y la adultez..

Pero este no es el único término que se utiliza para describir el miedo persistente a la lluvia. Uno de los sinónimos de la “pluviofobia” es el término “ombrofobia”, que mezcla el griego “ombro” (quiere decir “lluvia”), y la palabra “fobos”.

Este último término ha tenido otras derivaciones. Por ejemplo, existe una especie de plantas que no puede soportar mucha exposición a la lluvia, por lo que han sido llamadas “ombrofobas”. Por otro lado, hay una gran variedad de vegetación a la que se denomina “ombrofila”, debido a su alta resistencia a la lluvia.

Características generales de este trastorno

En tanto que el miedo característico de la pluviofobia está provocado por un elemento medioambiental (la lluvia), esta puede ser considerada un tipo de fobia específica al ambiente natural. La edad estimada para el desarrollo de este tipo de fobias es sobre los 23 años, y aquella que se presenta con mayor frecuencia es el miedo a las alturas.

El estímulo que se percibe como nocivo, en este caso la lluvia, puede generar expectativas de peligros conscientes o no conscientes. Es decir, las personas pueden responder con ansiedad ante el estímulo aún cuando este se manifiesta sólo de manera indirecta. Así mismo, cuando se presenta en personas adultas, estas pueden reconocer que el estímulo no representa en sí mismo un peligro inminente; por el contrario, cuando se presenta en niños esta toma consciencia está generalmente ausente.

La lluvia, por su parte, es un fenómeno atmosférico que resulta de la condensación del vapor de agua localizado en las nubes. Pero, ¿Qué grado de malestar puede provocar? Veremos algunas respuestas más adelante.

Síntomas

En general, el temor asociado con las fobias se desencadena por la exposición a un estímulo que se percibe como nocivo. Dicho temor provoca una respuesta inmediata de ansiedad, lo que implica signos y síntomas como taquicardia, hiperventilación, disminución de la actividad gastrointestinal, aumento de presión sanguínea, palpitaciones, entre otros.

Todo lo anterior ocurre como consecuencia de la activación del sistema nervioso autónomo, que se estimula ante situaciones de riesgo. Por otro lado, la respuesta de ansiedad puede manifestarse por medio de asco o repulsión, desaceleración cardiovascular, sequedad de la boca, náuseas, mareo y disminución de la temperatura corporal. Esto último ocurre al activarse la parte específica del sistema nervioso autónomo, conocida como “sistema nervioso parasimpático”.

Cabe aclarar que la intensidad con la que se presentan dichas manifestaciones depende en gran medida del grado de exposición al estímulo que se percibe como nocivo. Es decir, la intensidad de la respuesta varía según si la persona se encuentra observando la lluvia desde casa, o si se ve en la necesidad de exponerse directamente a una tormenta.

Así mismo, la intensidad de la respuesta puede variar según las características particulares del estímulo nocivo y las asociaciones relacionadas, y de las posibilidades de escape que pueda presentar (por ejemplo, puede variar si se trata de una lluvia leve o una tormenta eléctrica).

Además, una fobia específica puede provocar conductas secundarias que impactan significativamente la calidad de vida de la persona, pero que suelen proporcionar un alivio momentáneo. Por ejemplo la evitación ante cualquier situación relacionada con el estímulo nocivo. Así mismo puede provocar hipervigilancia hacia dichas situaciones o la aparición de conductas defensivas.

 

Posibles causas

De acuerdo con Bados (2005) las fobias específicas pueden desarrollarse en personas que no tengan una condición predisponente, pero que tengan alguna experiencia negativa previa (directa o indirecta), que generan reacciones intensas de alerta. En el caso específico de la pluviofobia, el miedo puede justificarse por experiencias previas relacionadas con tormentas, colapsos arquitectónicos, inundaciones y otros desastres naturales.

Con lo cual, las fobias específicas se producen por una interacción de dichas experiencias con otras condiciones como la vulnerabilidad biológica, psicológica y social de la persona. Es decir, involucra tanto la susceptibilidad neurobiológica como las habilidades de afrontamiento y el apoyo social de la persona.

Además, según las características particulares de la interacción antes mencionada, la persona puede aprender a responder con un miedo desproporcionado ante los estímulos que ha asociado con un peligro o riesgo.

Tratamiento

Ante todo lo anterior, el tratamiento de esta fobia puede comenzar por evaluar tanto el grado de ansiedad que provoca el estímulo, como las experiencias negativas negativas asociadas y los tipos de vulnerabilidad de cada persona.

Los tratamientos que han sido más investigados y utilizados para erradicar las fobias son la exposición en vivo a las situaciones temidas, el modelo participante, la exposición imaginal, la desensibilización sistemática y el reprocesamiento por medio de movimientos oculares. Cada una de estas intervenciones puede tener resultados eficaces según las características particulares de la fobia que se trata.