Por qué los humanos sienten fascinación por los lugares en ruinas

Los lugares en ruinas fueron (y son) fuente de inspiración para los artistas, escritores y viajeros. ¿Cuál es el atractivo de estos escenarios de la decadencia y del abandono? ¿Qué nos dicen del presente?

La humanidad siempre ha vivido entre sus propias ruinas.

Desde los principios de nuestra historia, hemos explorados sitios arqueológicos y hemos buscado inspiración en los restos de civilizaciones anteriores, con una compleja relación de temor y fascinación que ha quedado plasmada en el arte y la escritura.

Un artefacto antiguo y singular, un mapa del mundo babilonio que data del siglo VI antes de Cristo, marca el inicio de esta obsesión.

El mapa, sobre una tableta de arcilla, muestra cómo se imaginaban nuestros antepasados los distintos puntos de la Tierra —tal cual se conocía hasta entonces— e incluye una curiosa referencia. Describía “ciudades en ruinas vigiladas por dioses arruinados”.

Para ese tiempo, las ruinas de grandes ciudades como Ur, Uruk y Nínive dibujaban el paisaje, tras haber sido destruidas y abandonadas por guerras o causas naturales.

Eran considerados lugares llenos de magia, terribles presagios para los vivos y guaridas de fantasmas y espíritus malignos.

En el siglo V a.C., cuando el escritor y soldado griego Xenofón regresó a Grecia después de una fallida campaña militar en Persia, él y sus compañeros marcharon a través de las ruinas de estas ciudades.

“Nínive es una gran fortificación desierta. Los cimientos de sus murallas están hechas de roca pulida, 15 metros de ancho por 15 de alto”, describió Xenofón a la antigua ciudad persa.

Le había llamado poderosamente la atención el vacío desolador de aquellas ruinas, y el miedo que los pobladores cercanos le tenían por considerar que por allí merodeaban fantasmas.

Tal vez porque las piezas rotas requieren de nuestra imaginación para juntarlas y armarlas de nuevo, las ruinas siempre han estado asociadas con el ocultismo y los sueños.