Más de mil de presos de Brooklyn se quedaron sin luz ni calefacción durante la ola de frío extremo

Las condiciones sufridas por los presos de una cárcel en Nueva York han provocado protestas, críticas de las autoridades locales al Gobierno y una investigación del Departamento de Justicia.

Ocurrió la semana pasada en un centro de detención en Brooklyn, donde dos tercios de sus más de 1.600 presos no tuvieron acceso a luz y a calefacción durante días.

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El incidente tuvo lugar durante la peor ola de frío en lo que va de invierno, con temperaturas que el miércoles y el jueves llegaron a los -18 grados centígrados. El centro aloja a presos a la espera de comparecencias con el juez o de la celebración de sus juicios.
Al parecer, hubo un incidencia en el panel de control de los sistemas eléctricos, que dejó a buena parte del edificio sin luz, lo que se unió al congelamiento de algunas de las tuberías que distribuyen el agua caliente en el centro de detención.
Varios medios locales recogieron la situación en la cárcel después de que varios abogados de oficio y organizaciones sindicales de empleados de prisiones advirtieran de la falta de luz y calefacción, que había alarmado a los presos y a los trabajadores.
Tanto el portavoz del alcaide del centro de detención, como la Oficina de Prisiones, quitaron durante la semana importancia al problema y aseguraron que la calefacción seguía funcionando en las zonas con presos y que la caída de la electricidad era parcial. El retrato de la situación hecho por los abogados de oficio y los sindicatos fue muy distinto: la calefacción estaba bajísima o inexistente en buena parte del edificio -un empleado de prisiones registró temperatura por debajo a cero-, los presos no podían comprar ropa adicional en la prisión porque cerró el dispensario ante la caída de la electricidad, se suspendieron las visitas de familiares y los presos recibieron comida enlatada, sin menús ni bebidas calientes, durante días.
Cuando la situación, que se alargó una semana, llegó a los familiares de los presos, se organizaron protestas a las afueras. Desde las ventanas del centro de detención, se escuchaban gritos de «¡Nos estamos congelando!» y sinfonía de golpes contra los barrotes en protesta.
El domingo, la tensión se disparó cuando la seguridad de la Oficina de Prisiones detuvo la presión de familiares por entrar en el centro a visitar a los presos con gases lacrimógenos. La noche anterior, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, ordenó el envío de mantas, ropa térmica y generadores al centro de detención, que está gestionado por el Gobierno federal. El gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, exigió al Departamento de Justicia, del que depende la Oficina de Prisiones, una investigación de la situación, que calificó de «violación de la decencia y dignidad humanas».
La electricidad recobró la normalidad en el centro de detención el domingo por la noche. Ese mismo día, el Departamento de Justicia aseguró que examinaría «junto a la Oficina de Prisiones» lo que ocurrió en la cárcel para asegurarse de que «tiene la electricidad, la calefacción y los sistemas de emergencia para prevenir que estos problemas vuelvan a suceder».