Las jóvenes que escaparon de Corea del Norte y cayeron en una red de sexo por internet en China

Consiguieron escapar de Corea del Norte, pero cayeron en las manos de una red de explotación sexual que las mantuvo cautivas durante años.

La ciudad china de Yanji se encuentra cerca de la frontera con Corea del Norte. Allí, en el tercer piso de un edificio residencial, dos mujeres jóvenes arrojan por la ventana sus sábanas rotas y atadas entre sí.

Mira y Jiyun son desertoras del régimen norcoreano y, con algunos años de diferencia, ambas fueron engañadas por traficantes de personas.

Una vez en China, la misma gente que las ayudó a escapar de su país las entregó a un servicio de sexcams o de sexo a través de internet.

Mira, durante los últimos cinco años, y Jiyun, durante los últimos ocho, estuvieron encerradas en un departamento en el que eran obligadas a trabajar como “chicas de sexcam”, teniendo que realizar con frecuencia actos pornográficos frente a una cámara web.

Salir de Corea del Norte sin el permiso del régimen es ilegal, pero aun así, muchos arriesgan sus vidas por escapar.

En Corea del Sur, existe un refugio para ellos pero el tramo de tierra que separa estos dos países se encuentra muy militarizado y lleno de minas antipersonas, así que es casi imposible huir hasta allí de modo directo.

Así que muchos desertores han tenido que ir al norte y cruzar hacia China.

Pero China los considera “inmigrantes ilegales”, así que sus autoridades los devuelven a Corea del Norte si los encuentran. Si esto sucede, al regresar a territorio norcoreano son objeto de torturas y prisión por su “traición a la patria”.

Mira huyó de su país con solo 22 años.

Nacida cerca del final del periodo de hambruna, creció como parte de una nueva generación de norcoreanos. Gracias a una pujante red de mercados clandestinos, llamada localmente “Jangmadang”, tenían acceso a reproductores DVD, cosméticos, falsificaciones de ropa de marca, así como memorias USB llenas de películas extranjeras ilegales.

Este flujo de materiales venidos de fuera hacía que algunos quisieran desertar. Los filmes traídos de contrabando desde China dejaban echar un vistazo al mundo exterior y motivaban a abandonar Corea del Norte.

“Me encantaban las películas chinas y pensaba que todos los hombres chinos eran así. Quería casarme con un chino y durante muchos años investigué cómo irme de Corea del Norte”.

Su padre, antiguo soldado y miembro del partido, era muy estricto y sometía a la familia a un horario apretado. En ocasiones, hasta le pegaba.

Mira quería formarse para ser médico, pero su padre se lo impidió. Se fue frustrando cada vez más y soñaba con una vida nueva en China.

“Mi padre era miembro del partido y era asfixiante. No me dejaba ver películas extranjeras, tenía que levantarme e irme a la cama a una hora exacta. No tenía mi propia vida”.

Durante años, Mira intentó encontrar un traficante que la ayudara a cruzar el río Tumen, que separa a Corea del Norte de China y Rusia, y escapar a través de esa frontera altamente controlada. Pero los lazos cercanos de su familia con el gobierno hacía que a muchos traficantes les preocupara que ella fuera a denunciarlos.

Al final, tras cuatro años intentándolo, encontró a alguien dispuesto a ayudarla.

Como muchos desertores, Mira no tenía suficiente dinero para pagarle a su traficante directamente.

Así que, a cambio, accedió a ser “vendida” para saldar su deuda con trabajo. Pensó que la enviarían a un restaurante.

Pero la engañaron. La red de tráfico de personas a la que había recurrido reclutaba mujeres norcoreanas para hacerlas trabajar en la industria del sexo.

Tras cruzar el río Tumen hacia China, Mira fue llevada directamente a la ciudad de Yanji, donde fue entregada a un hombre coreano-chino a quien ella conocería solo como “el director”.