Un grupo de científicos que realizaron un minucioso examen de las dos toneladas de roca que quedaron después de que los huesos fosilizados del célebre Tyrannosaurus rex bautizado como Sue fueran recuperados en la década de 1990 se encontraron con una sorpresa: dientes de tiburón.
El enorme dinosaurio carnívoro no murió en un ataque de tiburón, pero científicos dijeron el lunes que, cuando Sue -de 12,3 metros de largo- murió hace unos 67 millones de años, cayó en un río de Dakota del Sur repleto de pequeños tiburones que se desarrollaron en un ambiente de agua dulce.
El esqueleto de Sue, el T.Rex más grande, completo y mejor conservado jamás descubierto, se exhibe en el Field Museum de Chicago, que por años mantuvo la roca que lo envolvió en un almacén subterráneo. Esa roca ahora ha sacado a la luz fósiles de otras criaturas que eran vecinas de Sue, incluida una especie de tiburón llamada Galagadon nordquistae.
Los Galagadon, emparentados con los tiburones alfombra, medían entre 30 y 60 centímetros y tenían dientes del tamaño de un grano de arena. Los dientes de tiranosaurio medían hasta 30 centímetros de largo.
Si los Galagadon alguna vez interactuaron con Sue, puede haber sido cuando el sediento T.Rex llegó al río a tomar agua.
“No me sorprendería en absoluto si un individuo de T. rex asustara un poco a los Galagadon cuando bajaba la cabeza para beber”, dijo el paleontólogo de la Universidad Estatal de Carolina del Norte Terry “Bucky” Gates, autor principal de la investigación publicada en el Journal of Paleontology.
“Sus dientes tienen una forma inusual con tres puntos desiguales. Algunos dientes tienen un extraño parecido con la nave espacial en el juego de arcade de los años 80 ‘Galaga’, que inspiró el nombre del género”, sostuvo por su parte el coautor, Pete Makovicky, paleontólogo y curador de dinosaurios del Field Museum.