La Policía de Nicaragua desplegó un fuerte dispositivo de seguridad, incluyendo agentes antimotines, en el área de la tradicional procesión del 1 de enero de la iglesia Católica en Managua, pese a que el clero la canceló a última hora, para evitar situaciones de violencia, en medio de la crisis sociopolítica que atraviesa el país.

Los policías permanecieron desde tempranas horas en la zona conocida como Cristo Rey, desde donde los fieles católicos pensaban caminar hacia la catedral de Managua, ubicada en el centro de la ciudad, a pocos kilómetros de distancia.

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Los nicaragüenses utilizaron sus redes sociales para repudiar la presencia policial para supuestamente evitar una actividad de la religión católica, la más seguida en Nicaragua.

Horas antes el cardenal de Nicaragua, Leopoldo Brenes y el obispo auxiliar de la archidiócesis de Managua, Silvio Báez, cancelaron la procesión para “favorecer aún más el ambiente de oración y reflexión de la comunidad eclesial arquidiocesana”.

En su lugar el clero propuso “un tiempo de oración con Jesús Sacramentado, en la catedral de Managua”

La procesión había sido anunciada por el clero nicaragüense como un acto de fe, a pesar de la crisis sociopolítica que atraviesa Nicaragua, que ha dejado centenares de muertos en protestas contra el presidente Daniel Ortega.

La actividad también estaba anunciada como la aportación de Nicaragua a la Jornada Mundial por la Paz, que este martes celebra la Iglesia Católica a nivel internacional, y a la que se habían unido otras diócesis nicaragüenses.

Desde noviembre pasado la Policía Nacional prohibió cualquier manifestación sin su permiso, pese a las críticas porque la disposición contradice la Constitución de Nicaragua, que garantiza la libertad de expresión y de reunión sin necesidad de licencia.

El Episcopado y Ortega se mantienen enfrentados debido a que han propuesto al presidente el adelanto de las elecciones de 2021, como una manera pacífica de resolver la crisis.

El pasado 4 de diciembre, el mandatario acusó a “algunos” obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua de formar parte de “las fuerzas golpistas” y de “sumarme alegremente al golpe terrorista y criminal” que, a su juicio, intentó derrocarlo durante las protestas iniciadas en abril pasado.

La crisis de Nicaragua ha dejado, según organismos humanitarios, entre 325 y 545 muertos, o bien 199, según datos del Gobierno.

Los organismos cuentan cientos de desaparecidos y 674 “presos políticos”, mientras que el Gobierno confirma 340 reos, que denomina “terroristas”, “golpistas” y “delincuentes comunes”. La crisis también suma miles de heridos y decenas de miles de nicaragüenses en el exilio.

Nicaragua es un país de 6,3 millones de habitantes, de las que un 58,5 por ciento se considera católico.