El impacto de la tecnología en la infancia

La tecnología llegó, avanzó y estamos todos agradecidos. Vivimos pendientes de los avances y deseamos incorporarlos a la vida cotidiana cuanto antes. Pero su presencia también abrió incógnitas relacionadas con el coeficiente intelectual: ¿son más inteligentes aquellos que nacieron en la era digital? ¿Qué pasa con los que la incorporaron más tardíamente?

Sorprende ver a los niños que aun no adquirieron el lenguaje saber qué teclas oprimir para encontrar algo que les atrae. Esto realmente deslumbra en forma automática a los adultos. Muy seguido escuchamos “¡miren qué inteligente es, tan chiquito y cómo sabe manejar el celular!” Si pensamos en un camino “tecnológico”, ese momento sería el kilómetro 0 y desde allí empieza un recorrido infinito. Por el camino avanzan dos desarrollos en paralelo: el bebé con su propia, única y particular evolución; y la tecnología, que va a pasos agigantados.

Parece increíble que la inteligencia de un niño se construya gracias a sus acciones concretas: jugar, tocar, correr, saltar, dibujar, experimentar con toda clase de objetos, desde peluches hasta agua, tierra, hielo, papel, etc. Y esto ocurre con la ayuda de los cinco sentidos funcionando a full. A mayor experimentación, mayores oportunidades para enriquecer la inteligencia.

¡Atención con el sistema nervioso! Es el medio de comunicación más perfecto y poderoso. Tanto que todavía no se lo terminó de conocer. Lo que sí sabemos es que tarda muchos años en madurar y es el gran responsable de nuestra vida. Nos manda a movernos para que aprendamos. Todo lo que sabemos en esa etapa es lo que experimentamos con el cuerpo y esas experiencias se convierten en los pensamientos, los que -todos organizados- forman el conocimiento.

Fuente: Conbienestar